Santiago José Castro Agudelo
A mí me da mucha pena con los parlamentarios
conservadores que se retiraron de la convención que se llevaba a cabo el día de
ayer en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada en la ciudad de
Bogotá. Dicho escenario fue hasta el día de ayer de ellos, manipularon las
convenciones a diestra y siniestra desde siempre. Los resultados se conocían
con anterioridad y un espacio que se presentaba como democrático no era más que
un ejercicio para refrendar una decisión previamente tomada por los muy pocos que
ayer perdieron. Así fueron y algunos pensaron que seguirían siendo las
convenciones de los partidos en Colombia, pero lo de ayer los tomó por
sorpresa.
El sábado pasadas las nueve de la noche
varios amigos nos vimos para cenar en el restaurante el Virrey del Hotel
Tequendama. A la entrada, en el lobby del hotel, estaban los congresistas
Efraín Cepeda y Armando Zabaraín saludando a sus delegaciones con sesión de
fotos incluida. Todo era alegría y camaradería. Conversando con varios amigos
del Atlántico los tomó por sorpresa cuando expresé “todos venimos a buscar una
candidatura propia, es lo que debe hacer cualquiera que se diga conservador”.
Vi cómo varios de ellos trataban de enfrentar mi argumento recurriendo al tan
famoso “pragmatismo” y por ello quienes me acompañaban y yo decidimos insistir
en que “seguiremos siendo amigos, pero mañana nos vamos a enfrentar con todas
las fuerzas que tengamos en la convención”.
Desde las seis de la mañana llegaban
delegaciones desde todas las regiones de Colombia y la tesis de tener candidato
propio era evidentemente mayoritaria, a pesar de la tranquilidad que pretendían
demostrar quienes habían venido a votar por Santos. Bastó con que Soraya
Galvis, Secretaria de la mujer que presentaba el evento, saludara a Efraín
Cepeda para que los pitos y chiflidos inundaran el recinto y “fincho” optó por
ubicarse estratégicamente a la sombra.
Después de los discursos de Leyva, Victoria y
Ramírez, la mesa directiva reconoció al otrora gran orador del partido y cabeza
de lista al Senado de la República, Roberto Gerlein y ahí fue troya. Los gritos
de “NO”, “FUERA”, “CANDIDATO PROPIO” y los chiflidos y pitos fueron tremendos.
Los convencionistas que vestían camisetas que decían “Con Santos Unidos por LA
PAZ GANAMOS” no respondían nada. Se fueron poniendo chaquetas para que no los
identificaran y pronto empezaron a retirarse del recinto.
Alegó entonces Gerlein que no había
garantías, que temía por su integridad física, pero todo esto después de haber
hablado de “chusma”, “manada de gritones”, “guachafita”, entre otras cosas que
le gritó a los convencionistas ¿Qué quería entonces? ¿Qué le agradeciera la
“chusma”? No, la convención conservadora, esa misma que ellos habían revivido
en la última reforma de estatutos, alegando que una consulta popular era muy
costosa para los candidatos; esa convención está hastiada con la falta de
renovación, con las prácticas clientelistas de siempre, esa convención no quiso
darle la palabra a Gerlein en un primer momento y cuando hubo silencio los derrotados
no quisieron proceder y, tal como se hacía antes, alegaron falta de garantías.
No hay que confundir. Para aprobar una
alianza con otro partido se requieren las dos terceras partes de los votos en
la convención y esa cifra era inalcanzable, pero la recordaron el día de la
convención y optaron por el saboteo. La “chusma” chifló y pitó, pero luego
callo para poder votar. En cambio, los dirigentes “históricos”, esos que no
quieren la renovación, esos que creen que el partido es una empresa de pocos,
esos que creen que la convención no es la máxima autoridad del partido si no es
controlada por ellos; esos se fueron, se largaron como la “chusma” que no
acepta autoridad u orden, que habla de ley pero no para vivirla, que habla de
principios pero no para seguirlos, que habla de valores sin promoverlos.
El Partido Conservador tiene candidata a la
Presidencia de la República, elegida en una convención en la que no cabía la
gente. Las bases del partido, esas que sentimos el conservatismo como parte de
nuestras vidas, esas que no necesitamos un puesto o un contrato para decir que
somos militantes del partido, esas bases votamos ayer en una convención que se
hizo de acuerdo a lo estipulado en los estatutos y ganamos. Mi mamá siempre me
dijo que para llegar a mandar hay que saber obedecer, que para poder ganar
primero hay que perder y que en la mesa y en el juego se conoce al caballero.