PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Alberto Bejarano Ávila

El impulso al aparato empresarial tolimense debe ser ineludible eje estratégico de la visión del desarrollo. Confiar anhelos de prosperidad regional al efecto generoso de la inversión externa es opción necia, pues la globalización, si bien innegable realidad loada por cándidos y esnobistas, es instrumento leonino, saqueador y acumulador y no justa y solidaria maravilla de modernidad. A quien juzgue delirante esta opinión lo invito a indagar sobre “El Club Bilderberg”, a aceptar que hay visiones que reconocen la globalización pero no sustentan en ella las tesis del desarrollo social y a creer que en el mundo transnacionalizado, autonomía, espacios, simetrías y riqueza propia, no se logran con genuflexión sino apelando al alma territorial para construir desarrollo endógeno.

La globalización, falsa deidad del pobre, es virus invasivo que sigilosa y lentamente mina la destreza competitiva del pequeño y mediano empresario hasta someterlo y, así, empresas que por lustros fueron motivo de orgullo hoy son historias sin enseñanza, frustrantes recuerdos o bizarros esfuerzos que por débil cultura económico-política y escasa identidad del entorno regional fueron reducidas y sojuzgadas por el marrullero y poderoso “canto de sirena” que nada provee y todo lo quita. Conocida la historia seguramente el empresario tolimense de hoy no querrá que se repita y optará por encarar el reto de supervivir y garantizar que su nivel de competencia no sea efímero.

Pero claro, el asunto no concierne solo al empresario sino a todo aquel que sueña mejores días, quiere que el Tolima sea clima propicio para el emprendimiento y sabe que la viabilidad del crecimiento empresarial es rasgo intrínseco de una conjunción de entorno, visión y gestión, rasgo validado por las iniciativas que escalaron de micro a pequeña, a mediana y a gran empresa y que, de quererlo, podría caracterizar a todo aparato empresarial del Tolima. Esta perspectiva señala la necesidad de un PLAN PARA POTENCIAR EL APARATO EMPRESARIAL TOLIMENSE, plan a cuya protocolización convocarían el Gobernador, alcaldes, cámaras de comercio, gremios, universidades, instituciones educativas, SENA, ONG, cooperativas, colegios de profesionales y medios de comunicación.

Quién avale el plan explicita la idea de que sólo un aparato empresarial propio y vital lleva a la descentralización y la autonomía territorial, genera empleo productivo y estable, mejora los ingresos fiscales para atender la inversión social y hace que el crecimiento de la economía regional sea sostenible y sobre todo propio. Lo apretado de este escrito no permite extender argumentos y por ello sugiero que la academia eleve a categoría de proyecto esta idea e incluya temas conexos, como: planes estratégicos sectoriales, investigación, formación y asistencia técnica, cooperación al desarrollo, cooperación técnica, sistemas de información, redes y relaciones de negocios, acceso a mercados nacionales y extranjeros, pertinencias normativas, arquitectura financiera propia y, de suyo, lineamientos pedagógicos que inculquen paradigmas que prohíjen determinación, actitud, y espíritu de unión, proscriban el obtuso prejuicio de que asociación de capitales y esfuerzos ni en la cama y nos enseñen a cumplir nuestro rol de consumidores con conciencia de región.


Hasta hoy la papelera ha sido el destino de mis propuestas y esta, tal vez, merezca “clic en eliminar”, pero, como buen tozudo y medio cándido, creo que algún día la politiquería marchitará y un acervo ético e intelectual florecerá y así todos, libres de excusa ideológica, política o religiosa, pensaremos que si los poderosos se unen para fortalecerse y avasallar, los tolimenses no debemos mantenernos desunidos porque nos debilitan, nos avasallan y nos borran de la historia.