PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: Alberto Bejarano Ávila

Elegido “nuevo” congreso ¿y qué? Sencillo, el Tolima inicia una era imparable de progreso gracias a políticos golondrina de todo el país que cazaron votos en esta tierra de nadie; correrán ríos de leche y miel prometidos por candidatos ganadores; tendremos, ahora sí, justos sistemas de salud, educación, penitenciario, pensional, de justicia; los problemas rurales serán solucionados; corrupción y politiquería serán historia y lección para enseñar la nueva ética política; el desempleo concluirá y no se encubrirá con subempleo. Resumiendo: los graves males del país y la región, no coyunturales o fortuitos y sí epidémicos, crecientes y casi insolubles que la vieja y repudiada clase política fue incapaz de corregir serán cosa del pasado porque colombianos y tolimenses lograron elegir a quienes prometían cambio, compromiso, excelencia y probidad. Glorioso fue el triunfo de la democracia más antigua y madura de América Latina ¿o del mundo? Bueno, igual da.  


Sin chistes y tomándolo en serio, pregunto: ¿quién podrá creer que el “nuevo” Congreso será ejemplar y que la miseria colombiana tendrán fin? nadie, eso piensa uno, y entonces ¿por qué o para qué se vota? Este enigma no lo aclara ni Miruz. La “duda metódica” que surge de la elección congresal es duda que igual surge de la elección de concejales y diputados, pues el fruto del voto siempre ha terminado en más de lo mismo: decadencia, pobreza e indefensión social. ¿Donde está aquel que juró defender el interés popular? Ni idea, no se ve por lado alguno, pero si sabemos que suben impuestos y servicios públicos (ej. aumento inicuo del gas en Ibagué y el concejo ni mu), la inseguridad azota, la movilidad desmejora, los jóvenes tienen que emigrar, la ocupación escasea, sobrevivir es una bendición divina, la calidad de vida empeora, los entes públicos no paran cabeza. En fin, como venimos tendremos que seguir, salvo que…, ya lo veremos.

Fungiré de vidente, cosa fácil. En el próximo cuatrienio se enmendarán errores con errores peores; el discurso político será arrogante y se ocupará de cosas accesorias para eludir lo esencial; quien de candidato exhalaba simpatía será fatuo con cohorte aduladora; pan de cada día será el negociado; la conveniencia política cerrará espacios al interés popular; el privilegio contrastará con abusos e injusticias; la oposición denunciará y “cantará tabla” y los politiqueros se harán los locos. Se advierte que la oposición, desde épocas de Gerardo Molina, Antonio García Nossa, Orlando Fals Borda, no suscita análisis estratégico, unidad, autocritica, participación y búsqueda de proyectos políticos y se dedicó a practicar el inútil cantaleteo al político calavera pese a saber que tal sujeto es cínico desde cuando la política perdió sus valores básicos y, así, el espectáculo que termina brindándose al ciudadano y potencial votante se parece más a la sórdida dialéctica de inquilinato que al coro de voces informadas y unificadas de un anhelado festival de amaneceres.


Es menester insistir en que la solución a los “congénitos” problemas de los colombianos iniciará con una fisión y explosión de regiones, para que nazca el espíritu autonómico, para que cada territorio de empodere de sus recursos naturales, para que el país sea de todos y no de pocos, para vivir el plurinacionalismo y la multiculturalidad, para que la democracia nacional sea encuentro sinérgico de democracias regionales, para que la prosperidad sea del raizal y no concepto ambiguo y ajeno, para fertilizar el terruño donde germine talento joven, para inaugurar la cohesión social, para que nuestras voluntades converjan hacia grandes propósitos, para desistir del politiqueo y ejercer verdadera política, para que nos inviten a participar antes de invitarnos a votar, para que Usted y yo nos asociemos para construir un mejor futuro. Si esto no lo entiende el conspicuo político tolimense la quemazón seguirá en aumento y ésta será “la tierra del olvido”.