
Detrás
de mis Cuentos
Benhur Sánchez Suárez
Los seres humanos, cada uno en su
momento, han vivido profundas crisis que los han llevado a responder de
diversas maneras para desarrollar sus estrategias de supervivencia. Escribir es
una de esas formas para lograr soportar los embates de la realidad. Y esta ha
sido, en síntesis, parte de mi respuesta.
Es como si el escritor, al crear un
universo imaginario, lograra dominar el universo real donde convive con la
desgracia y al mismo tiempo con la alegría, con el odio y el amor, con la lealtad
y la traición.
Por eso se dice que las obras reflejan
el estado anímico del escritor, su estado íntimo, su manera de enfrentar cada
paso hacia el éxito de vivir. En la medida de la constancia y la disciplina se
logra ir dominando ese universo imaginario, esas mentiras que han de
convertirse en las grandes verdades para los seres humanos que accedan a ese
mundo ficticio, que ellos considerarán verdadero. El éxito del escritor está en
que le crean sus ficciones y se apropien de ellas.
Pero, sobre todo, la disciplina para
dominar las herramientas de creación, como el lenguaje. No importan, en
realidad, los temas a través de los cuales se viertan los miedos y las esperanzas,
sino la manera de abordarlos, el lenguaje a través del cual se van a comunicar
y a visibilizar esos dramas y esos éxtasis que de otra manera serían
desconocidos y a la postre inexistentes.
Por eso he escrito cuentos, pocos para
el tiempo transcurrido, y por eso los reúno aquí como otra búsqueda y otro
recuentro. Sin embargo, debo advertir que escribir cuentos para mí ha sido
siempre una tarea sumamente difícil. Me falta capacidad de síntesis y me
resulta engorroso escribir constreñido por el género.
A mi primer libro lo titulé “Los recuerdos sagrados” (1973), diez
cuentos caracterizados por la unidad temática, anclados en la nostalgia de mi
región natal y deseosos de testimoniar las secuelas del pavoroso período de la
Violencia. Creo que lo logré. Algunos de ellos fueron mencionados en concursos
nacionales del género.
Sobre este libro, “Los recuerdos
sagrados”, escribió Elisa Mújica, escritora santandereana, miembro de la
Academia Colombiana de la Lengua: “El lenguaje con que se narran estas cosas
se oye como pronunciado desde lejos, envuelto en nieblas, instrumento necesario
pero desesperanzado, como a punto de extinguirse, como si la protesta fuera
inútil. El trastrueque de tiempos y personas verbales no es aquí un truco sino
algo necesario a la vida interior del relato, sobre todo en Los grandes juegos
y El cadáver, dos de los mejores. La violencia que es el hilo que los une les
confiere una cierta textura novelesca. Cada personaje conoce a los demás. Lo
que sucede a uno pesa sobre los otros. Los dos últimos cuentos no transcurren
en el pueblo. Los protagoniza en la ciudad un hijo o nieto de la violencia, que
lucha por bajarse de su carro pero sin lograrlo”. (Lecturas Dominicales, El
Tiempo, 1973)
En verdad escribí cuentos más por un
ejercicio de escritura que por la convicción de tener la habilidad para la
narración breve, aunque gran parte de mis novelas sean en verdad breves si se
miran desde la óptica europea y norteamericana.
De hecho, algunas narraciones las
empecé como cuentos y terminaron siendo novelas. Por ejemplo, dos cuentos dan
origen a sendas novelas: “El cadáver”, es la base de la novela del mismo
nombre, y “Todo empezó con el hastío”, es el germen de “A ritmo de
hombre”, ambos publicados en mi primer libro. De esta primera aparición he
seleccionado cuatro para hacer parte de la presente publicación.
También pienso que mi ejercicio y
desarrollo en la novela (porque primero escribí novelas que cuentos), influyó
para que en mis libros de cuento se palpe siempre una unidad temática. Por eso
he pensado que un libro de cuentos siempre debe tener esa unidad y quizá por
eso mi segundo volumen, “Cuentos con la Mona Cha” (1999) gira alrededor
del mismo personaje central.
Son narraciones que escribí con base en
las experiencias que me contara mi entonces astróloga de cabecera. Algunas de sus
entrevistas diarias fueron la materia prima de mis cuentos. En su primera
edición (1999) en libro contiene siete cuentos, ocho en la segunda (2004) y
nueve en la definitiva (2007) y una diferencia de veintiséis años entre mi
primer libro y esta otra experiencia literaria. Aún no sé por qué el libro fue
creciendo en esos ocho años, como si estuviera vivo. De todas formas, sólo
cinco han pasado a integrar mis “Antología personal”.
Sobre mi segundo libro, “Cuentos con
la Mona Cha”, comentó el escritor y crítico Jesús Alberto Sepúlveda: “Son
ochenta páginas para contar cuentos de pareja con una visión tan particular
como elemental de lo que transcurre a diario en el corazón inquieto de los
hombres; libre de concesiones retóricas o poses eruditas, con ese lenguaje de
la cotidianidad que nos convierte en lectores y en protagonistas de las mismas historias
en un coro a dos voces que de pronto es la voz de todos nosotros. Son relatos
recogidos y armados en cualquier calle de la avenida Jiménez de Bogotá o en un
edificio del barrio Belén de Ibagué en una noche de aguacero y apagón, en un
asadero de pollos donde se presume la muerte en la presencia inesperada de un
hombre extraño que aparece como un fantasma; en un apartamento de escritores
amigos entre tragos de whisky y conversaciones literarias; en los angostos e
iluminados pasillos de un hospital donde se juega con el dolor y la pesadilla;
o en un consultorio donde la Mona Cha lee los designios de los días por venir
en las cartas premonitorias dibujadas con las estrellas del zodiaco. Otro libro
en la ya extensa cuenta de Benhur Sánchez Suárez para enriquecer desde sus
historias nuestra narrativa, la cotidianidad”. (Tolima 7 Días, Ibagué,
martes 23 de julio de 2004, p. 20)
A mi tercer libro lo titulé “Historia
de los malos tiempos” (2012), y en él reúno una serie de narraciones
publicadas en diversos medios literarios, como revistas, suplementos literarios
y portales de Internet, así como antologías nacionales y extranjeras.
Abarca el período transcurrido entre la
publicación de mi primer libro y el segundo, algunos de antes del primero. Sólo
el cuento que da título al libro es nuevo. De este libro siete cuentos hacen
parte de la presente selección y, paradójicamente, son el aporte mayor en
comparación con los otros.
En realidad la publicación de esos
cuentos en el tercer libro no me gustó para nada porque, si bien es un rescate
de los que habían quedado perdidos, cada uno con su valor intrínseco y de
contexto, tienen diversa calidad narrativa por las diferentes épocas en que
fueron escritos y antes que mostrar una evolución positiva, dejan la impresión
en el lector de una calidad dispar y en entredicho.
Quizás este hecho compruebe por qué mi
producción cuentística sea bien escasa aunque la selección que he hecho para este
volumen puede ofrecer al lector un resultado mucho más interesante que el
intento de rescatar para gomosos y estudiosos del género unas narraciones
breves de un escritor predispuesto a las narraciones de largo aliento.
Dejo a mis lectores, por decirlo de
alguna forma, el veredicto final.
Altos de Piedrapintada, Ibagué, 2014