AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La crisis de la salud está en un punto crítico. El
sistema se ha vuelto insostenible. Cada uno de los actores trata de salvarse de
cualquier forma. Varios factores inciden en la crisis. Para muchos el problema
se solucionaría con más recursos. Es una mirada miope. Si bien es cierto hace
falta plata, con tenerla no es suficiente.
Un aspecto que afecta gravemente la salud es la
injerencia de la política clientelista que deteriora la calidad del servicio y produce
efectos nefastos sobre la legitimidad y confianza de la ciudadanía. Los
hospitales se convirtieron en un botín burocrático de las clientelas politiqueras
nacionales y locales. También permearon y se apropiaron de los organismos de
control en salud, por lo tanto la inspección es deficiente, la vigilancia no
vigila ni ve ni entiende y el control es una fachada que da lástima y risa.
Los hospitales fueron saturados de nombramientos
clientelistas. Especialistas con sobrecargas laborales que ganan fabulosos
sueldos que no se compensan con el escaso tiempo que trabajan. Pero que no se
pueden tocar porque la recomendación política es más importante que su
desempeño laboral. Empleados administrativos que duplican funciones, entorpecen
la buena marcha y cuadruplican los gastos. Los gerentes no obedecen a una
lógica de méritos académicos y administrativos sino a intereses politiqueros.
Por eso no administran sin permiso de sus jefes políticos. Para ellos no es la
eficiencia administrativa lo que importa sino las cuentas politiqueras de los
que los eligieron. No les preocupa prolongar agonías institucionales si tienen
que proteger recomendados y consentidos de los politiqueros.
Las reformas van orientadas a pagar favores y nunca por
el interés de servicio. Claro que todos dicen defender a los ciudadanos pobres
y necesitados. Pero en la práctica cada sector tira para su lado ondeando la
bandera de los derechos humanos y la sensiblería popular. De la mano de la
politiquería crece la corrupción. Y esta se expresa en sobrecostos en los
medicamentos y equipos médicos, en los excesivos recobros, en las auditorias
amañadas, en desviación de recursos, nóminas paralelas, horas no trabajadas y
suculentamente pagadas. Hasta los comités de participación ciudadana en salud
fueron tomados por la politiquería. Los sindicatos, en muchas ocasiones, han
contribuido con manejos corruptos. Algunos sindicalistas quieren pensionarse y
heredar su puesto. Protegen a ultranza a malos funcionarios solo por la
solidaridad sindical…
Los ciudadanos tienen razón al mirar con indiferencia el
manejo de los hospitales y de todo el sector salud. Se lo han apropiado los
políticos, los comerciantes, los profesionales de la salud, los sindicatos, los
empresarios. En la práctica lo han privatizado pero a nombre de los intereses
públicos. La ciudadanía no tiene nada que ver con ello, salvo pagar los platos
rotos, financiar con sus impuestos los sueldos, sobrecostos, corrupción y
politiquería, y figurar como la beneficiaria del mal servicio para sus
dolencias y enfermedades. La crisis de la salud necesita la participación de la
ciudadanía y el debate crítico de todos. Cada parte tiene algo de culpa y algo
de damnificada. La solución es con todos, muy compleja, pero posible.
@agustinangarita