Por: Alberto Bejarano Ávila
De latosa juzgará
el lector mi recurrente alusión al vocablo “referentes del desarrollo” y, lo
ruego, déjenme explicar: opinar sobre el subdesarrollo resulta fácil, pues
desde años ha lo hemos visto y sufrido, pero argüir sobre el desarrollo es difícil,
subjetivo y especulativo ya que nunca lo hemos visto ni gozado y apenas lo
percibimos vagamente en cine y televisión. Si el subdesarrollo es una mala
experiencia vivencial y ocasión de lamentos y verborreas y el desarrollo utopías
de futuro digno y, si estos dos conceptos entrañan la disyuntiva vital entre lo
que nuestros hijos no merecen y sí merecen, entonces tendría que ser el
desarrollo (nunca el subdesarrollo) la cuestión cardinal que cope la atención
de toda la sociedad. Eso cree uno desde su infinito candor.
Hablar “chicuca”
sin producir resultados es propio de regiones que van a la deriva; allí sátira,
artimaña y demagogia son pan diario pues, lo reconozco, la infamia y la farsa emanan
cierto efluvio circense, incitante y morboso. Al tolimense confundido por la
falta de rumbo lo invito a que “pintemos” el desarrollo, a que hagamos un
“menú” de puntos guía (referentes del desarrollo) que de modo sustentable y
medible revelen qué es progreso social, o lo mismo, cuáles son los dones que
todo tolimense debe poseer y gozar y, por efecto, permita juzgar el rol
histórico cumplido por los líderes políticos y así saber “qué carajos
estuvieron haciendo ellos en los últimos 30 años” y si eso mismo harán en las
próximas 2 décadas. Aporto puntos al “menú”, así sean “ladrilludos”:
Sociales: buen nivel de calidad de vida; crecimiento
demográfico informado; claro sentido de historia y de pertenencia; cero analfabetismo;
cobertura total y atención digna en salud; buen nivel de seguridad; educación
media y superior garantizada a todo joven; desempleo inferior al 3% y subempleo
al 20%; condiciones sanitarias óptimas; alto grado de civismo y cohesión
social; sociedad civil organizada; cultura solidaria predominante; acceso libre
a la recreación; inexistente déficit de vivienda; enfermedades endémicas
erradicadas; riqueza de expresiones culturales.
Económicos: Auge de la
industria y la agroindustria; creciente ahorro interno, formación de capital e
inversión propia; primacía en importación de bienes productivos sobre bienes de
consumo; altas tasas de exportación de materias primas y manufacturas; caracterizado
espíritu emprendedor; estímulo para investigar, desarrollar tecnología aplicada
y calificar mano de obra; empresas públicas rentables y prósperas; destacada
participación tolimense en estructuras de capital empresarial; alto nivel competitivo
de la región; respeto absoluto al medio ambiente.
Infraestructura: magníficas vías
entre los municipios y veredas; ciudad capital
con buena malla vial, señalización, puentes, rotondas, viaductos; servicios
públicos eficientes, sostenibles y sustentables; equipamiento y contenido
educativo de gran calidad; amplio desarrollo en TIC’S; generadoras de energía;
alto estándar técnico para la preservación, riego y consumo de agua.
Administración pública: efectivos modelos de planeación local y regional; probidad y eficacia en
finanzas públicas; rigor en ejecuciones
presupuestales; respeto al ciudadano; eficaz relación entre lo público y
privado; cordial pero caracterizada relación con el gobierno central.
La
región distante de estos referentes aun es medieval, su democracia parece
aquelarre de sádicos y masoquistas, la eficacia del liderato público no se
conoce y su cultura política niega que así como el hombre idóneo construye desarrollo,
el torpe “construye” subdesarrollo.