PERIÓDICO EL PÚBLICO


AGUSTIN ANGARITA LEZAMA *
La libertad es justificación de la vida. Sin libertad la vida carente de sentido. Por eso la libertad es un bien sublime consustancial con la vida. Los derechos humanos están vertebrados sobre este principio: respeto sagrado a la vida y defensa acérrima de la libertad. De allí se construyen los demás derechos. Todo derecho, para que no sea abuso, implica fuerte compromiso de responsabilidad. Para que el portador de un derecho lo pueda defender como legítimo, debe aceptar que ese derecho va hasta donde empiezan los derechos de los demás. Es decir, tengo un derecho porque los demás tienen el deber de respetarlo. Y los demás tienen derechos porque asumo el deber y la responsabilidad de respetarlos.
Todo ciudadano en Colombia tiene la libertad de expresar y difundir sus opiniones y pensamientos sin ninguna censura. Es libre de tener sus propias convicciones y creencias sin ser molestado por ellas. Son derechos protegidos por el Estado y todo ciudadano está obligado a respetarlos. Tal y como se dijo, toda persona que ejerza estos derechos con legitimidad, debe entender que tiene la obligación de respetar la intimidad personal y familiar, y el buen nombre de las personas sobre las que ejerce su opinión libre o su libertad de comentar.
Hoy las redes sociales se han convertido en espacios privilegiados para la libertad de expresión y la participación en asuntos públicos. Las redes posibilitan la fluidez, inmediatez y viralidad. Una red no es para la simple publicación de información, sino que necesita la interacción del usuario para funcionar. Las redes como herramientas permiten que los ciudadanos reaccionen frente a situaciones que consideren injustas, informaciones falsas o adulteradas o expresar sus puntos de vista ante sucesos cotidianos.
Ninguna red le autoriza a ningún individuo a ser grosero, calumniador, o a acabar con el buen nombre de otra persona o institución ni menos, meterse con la vida íntima o familiar de las personas. Infortunadamente se ha caído en este bache. Algunas personas inescrupulosas, para evadir responsabilidades, se esconden detrás de seudónimos o falsos nombres, para atacar con mentiras, falacias e infamias a sus contradictores. ¿Cuánto cuesta y cuanto se tarda en construir un buen nombre en una sociedad? ¿Cuánto daño se les causa no solo a la persona  que va dirigida sino a sus hijos y familiares cuando se difunden informaciones no verificadas, sin fundamento y cargadas de odio o mala fe? Construir es un proceso lento, paciente y difícil. Dañar, en cambio, es fácil e irresponsable.
Hay que defender sin bajar la guardia, la libertad de expresión en medios de comunicación y en redes sociales. Pero hay que exigir respeto, rigor, responsabilidad, seriedad, información veraz y hasta buena gramática y ortografía. Triste que haya que recurrir a la justicia para que los ciudadanos entiendan que su derecho a la libertad de expresión no puede ejercerse vulnerando derechos de los demás. El tema no es ser frentero sino honesto y respetuoso. Ya la Corte Suprema condenó a alguien por mal uso de las redes. ¿Seguirán las condenas?
*Médico y profesor Universidad del Tolima