De
María Clara Ospina
El
Nuevo Siglo, Septiembre 21, 2016 - 01:00 AM
El
Presidente Juan Manuel Santos insiste, como lo hacen todos los que se han
convertido en su caja de resonancia, que la justicia transicional pactada con
las Farc no se convertirá en una “cacería de brujas”.
Yo
digo lo mismo. Claro que no será una “una cacería de brujas”, pues este no es
un cuento de hadas. La justicia transicional, tal y como está planteada, es una
realidad maquiavélica, que será convertida por las Farc, con facilidad, en la
herramienta perfecta para perseguir a sus enemigos.
Esta
nueva justicia que reinará en Colombia, a partir de la aprobación final del
acuerdo de La Habana, concebida, en gran parte, por expertos juristas amigos de
las Farc y de la izquierda internacional con la venia del Gobierno, astutamente
y sin vergüenza, será utilizada por los narcotraficantes como arma de
venganza contra todos los que por décadas se atrevieron a enfrentarlos.
Será
también la manera de humillar y destruir a quienes pertenecen a una clase
política, social, económica o militar, que hasta ahora había sido la mayor
barrera para que ellos se tomaran el poder.
Esto
es un hecho y no son pocos los que lo celebran. Abundan los columnistas
comunistoides que se deleitan con los juicios que se vendrán contra muchos de
la sociedad civil, militar o religiosa: “la clase política se untó las manos de
sangre, los empresarios financiaron a los paramilitares y los militares y los
obispos de la iglesia, asumieron una posición proactiva en defensa del
paramilitarismo”; es una de múltiples perlas que hemos leído en los últimos
días.
Ya
ha comenzado el juicio, sin que aun haya jurado ni se haya comprobado ninguna
“verdad”. Las cosas en el posconflicto se desarrollarán rápido. Las Farc no
tienen tiempo que perder.
Pero
esto no se queda ahí. Ahora resulta que no solo los ya mencionados, sino
prácticamente todo el país puede ser culpable. Cualquier persona que sea
nombrada por un narcogerrillero en sus declaraciones, tendrá que justificarse
ante “el tribunal inquisidor”. Y será su palabra contra la del criminal.
Pregunten
a un abogado qué tan amargo, costoso y peligroso puede ser esto. Sobre todo, en
un país donde los falsos testigos se compran y se venden como pan.
Si
señores, aquí hasta el gato va a resultar culpable; por no haberle cedido el
paso a las Farc, por haber pagado su extorsión, bajo amenaza de muerte o
destrucción de propiedad, por haber desembolsado cantidades inmensas para
rescatar a un padre o a un hijo secuestrado, por haberse atrevido a oponerlos o
denunciarlos.
Esto
será semejante a la infame práctica de culpar a una mujer violada por la
violación a que ha sido sometida; argüyendo que vestía o actuaba
provocativamente y que el “macho” que la violó, no pudo controlar sus instintos
criminales ante tanta provocación, por lo tanto, la culpable de la violación es
ella.
Imaginen
ustedes si los narcogerrilleros, que muy pronto serán convertidos en padres de
la Patria, van a dejar de aprovechar la posibilidad de ejercer esta venganza
perfecta. Los veremos en sus declaraciones acusar a diestra y siniestra.
Es
claro, parte de la estrategia para tomarse el poder es tomarse primero la
justicia. Pues la Farc ya lo han logrado. La venganza es un arma ponderosa y
ellos la ejercerán con maestría.