Por:
Hernando Galeano Navarrete.
No se trata de una
novela histórica sino de una ficcionalización de la historia donde el movimiento
entre la aventura, el romance, la guerra y la muerte tienen su escenario. A través
de un lenguaje ágil y melódico como ha sido característico en la prosa de
Pardo, de tres planos definidos que ofrecen variabilidad a la trama y de
inmensa riqueza en la ambientación de la atmósfra en que se mueven sus
personajes, el autor logra sin duda convertir en imán cada página que nos lleva
atrapados de comienzo a fin sin que asome el cansancio sino la sorpresa por los
variados acontecimientos que narra con solvencia. Sumirnos en los episodios de
la segunda mitad del siglo XIX donde empezó a construirse la república y ver
ahí a sus protagonistas con sus flaquezas y valores en una tarea nada fácil, es
parte de la magia de un autor que personifica la madurez en un oficio al que ha
dedicado más de cuarenta años de su trasegar. En El beso del francés no
se encuentra ante todo el olor a pólvora y el ruido de la fusilería que arroja
la miseria de la guerra o de las muchas guerras registradas, sino el calor de
la esperanza en cada paso a los que se atreven los protagonistas y su gente
para alcanzar sus sueños.