PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMAI
Indignación general causaron las denuncias de la revista Semana sobre la corrupción en las Fuerzas Militares. La molestia ciudadana proviene de varios aspectos relacionados. La primera es que la información los periodistas la obtuvieron de la comisión de acusaciones de la cámara de representantes, donde reposa sin ningún uso desde hace meses. La segunda es que es valerosa la actitud de la prensa en destapar este tipo de actos delictivos. La tercera es que no pase a mayores la investigación salvo pequeñas escaramuzas, chivos expiatorios, etc.
Los altos mandos, que son los gravemente implicados, han puesto el grito en el cielo. Acostumbrados a su intocabilidad y a hablar duro, han tratado de decir que es una afrenta contra las instituciones, que se favorece a la guerrilla, que se quiere acabar con la credibilidad de una institución respetable, que se arruinará la moral de las tropas y que son actos de politiquería o de odio contra las fuerzas militares.
Por Hugo Neira Sanchez
     El incremento desmesurado que tiene el precio de gas en Ibagué desde el comienzo del año, nos hace pensar que este gobierno juega a dos bandas. Mientras proclama  tener sentido social, bajar la inflación, bajar el desempleo, sube el mínimo más del IPC y los sueldos por la escalera (IPC), por otro lado aprueba unificar la tarifa de gas en Colombia y alzas que van por ascensor (TRM) perjudicando seriamente a toda la población, con solo  el objetivo de favorecer a las grandes firmas extranjeras que exploran en Colombia
     Con el problema de la gasolina, cuyo costo  en el país  es determinado por el mercado internacional, ahora se agrega  el  costo del gas domiciliario, pues  coloco su precio al consumidor final a oscilar con el dólar, nos parece infame,  por eso la mayoría de los colombianos nos preguntamos, para que nos sirve ser autosuficientes en petróleo y gas, dañando el medio ambiente,  si el costo final es como si estuviéramos comprándolo  en el extranjero. No se pide tarifas subsidiadas, sino que sean razonables.
Por Luis Eduardo Chamorro Rodríguez

Un joven de 16 años, egresado del colegio privado Champagnat, es el “mejor estudiante nacional, SABER 11” del año 2013 en establecimientos no oficiales, según lo acredita el Ministerio de Educación Nacional. Es igualmente, el mejor bachiller del Tolima y acreedor de la distinción Andrés Bello por estar entre los 50 mejores del país y entre los dos mejores del departamento del Tolima.

Hasta ahora, se ha dicho poco sobre este joven, los medios de comunicación han silenciado este triunfo académico que merece la mayor exaltación. Su puntaje promedio en las 8 pruebas del núcleo común fue  de 86.75, su puntaje  más alto  es el de inglés con 100  en el nivel B, seguido de Física con 99 puntos.

Precisamente Física es lo que estudia desde febrero pasado en la Universidad Nacional a donde logró el tercer lugar en la prueba de admisión específica que allí se exige para poder ingresar a esta universidad oficial.

Es hijo de la docente universitaria Martha Elizabeth Varón y del ingeniero Carlos Humberto Castro. Se puede afirmar, en principio,  que factores del contexto familiar  y el interés por el estudio que siempre ha caracterizado a este joven, han sido factores asociados relevantes en el éxito académico de Juanjo, como cariñosamente le dice su madre.

 La tutoría permanente en el hogar ha estado a cargo de su madre, cabeza de familia desde que se divorció de su esposo,   cuando Juan José  era un niño.


Por: Carlos Orlando Pardo
Soy orgulloso de haber visto mi primera luz en aquella aldea que se fundara un día como hoy, el 27 de enero hace 148 años y que en la actualidad es un pueblo lleno de historia y esperanza. El decreto de José Hilario López como presidente de la Asamblea y firmado en Natagaima en 1866, nos refiere cómo tiene la oficialización de quien años más tarde liberaría los esclavos en Colombia. Todo el itinerario de la aldea a los tiempos que cruzan, nos deja la seguridad de su vinculación desde la montaña a los diversos procesos culturales y políticos que tuvo la nación. Isidro Parra como su primer alcalde, pionero de luchas y progreso es su magna figura histórica, a quien devoto seguí a lo largo de no pocos años.
Desde 1963 cuando tenía 16, tuve en mis manos el libro Arrieros y fundadores de Eduardo Santa que mis tías paternas compraron para repartir orgullosas entre sus amigas en Bogotá. Se trataba del primer proceso detallado sobre quienes fundaron El Líbano, mi pueblo natal, producto de la colonización antioqueña. Lo leí como un libro de aventuras y aquella epopeya casi bíblica habría de marcarme desde entonces. Pasó medio siglo y a lo largo del camino me tropecé no pocas veces con historias semejantes y con otras que el maestro Eduardo Santa iba profundizando alrededor de este fenómeno del siglo XIX, hasta que la curiosidad me llevó a pensar en escribir una novela sobre este itinerario. Duré por lo menos 13 años en la lectura de otros textos y en conversaciones que me conducían a tomar apuntes y a imaginar cómo sería mi trabajo, acercándome a un tema no bien explorado de aquel proceso como fue la llegada de los franceses a lo que era Colombia y la presencia de una monja clarisa que arribó de la mano de Desiré Angee, uno de los primeros pobladores junto a dos coterráneos suyos. ¿Que lleva a que una monja convencida se case o se una, mejor, con un francés ateo? Es parte de lo que decidí contar desde el interior de los personajes, pero más allá, el épico suceso de un puñado de colonizadores antioqueños que huyendo del hambre en su tierra dieron lugar a la creación de más de un centenar de municipios colombianos. Toda esa variopinta sucesión de  hechos notables en el siglo XIX quise dejarlos allí, no tanto para tratarlos desde lo que algunos llaman la novela histórica sino como una ficcionalización de la historia donde el movimiento entre la aventura, el romance, la guerra y la muerte tienen su escenario.
Los ejes temáticos que transcurren en esta novela, se mecen con marcada tensión entre la persecución y la muerte, las guerras y la lucha por la tierra, los enfrentamientos por las ideas y la búsqueda persistente de un paraíso donde viva la paz. Una monja que huye del destierro al que la confina el presidente Mosquera, un arquitecto francés que llega a la construcción del Capitolio Nacional huyendo de las posibles catástrofes después de la caída de Napoleón y un colono que funda pueblos y al que le cobran sus creencias con el asesinato, son los protagonistas de la obra. Si los menciono, allí están Mercedes González, Desirè Angee y el general Isidro Parra que cruzan sus destinos al calor de las guerras sucesivas del siglo XIX. La monja vestida de civil enfrenta la más terrible de sus batallas que era consigo misma tambaleante entre la castidad y el placer, el infierno anunciado por violar sus creencias y el cielo que le ofrecía la circunstancia de descubrir su cuerpo y sus sentidos. Precisamente el ciudadano francés ateo Desirè Angee encarna su tentación y su tortura, su salvación y su nunca antes soñado estado de la libertad y el amor. El general Isidro Parra, liberal íntegro, encarnó el diverso ejercicio de espiritista, empresario, minero, traductor, educador, pionero de la industria del café, guerrero de atinados aciertos y estratega, agricultor enamorado de su oficio, fundador de un pueblo próspero y culto y en esencia, el de un humanista. Se trata de un retrato íntimo y apasionante alrededor de seres excepcionales. Es mi homenaje desde lo literario a esta población que llena mi espíritu de orgullo.


AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La crisis de la salud ha sido analizada desde muchas aristas. Sin embargo hay un enfoque que me parece importante debatir. Son las quejas contra los jóvenes estudiantes de ciencias de la salud. Es verdad que muchas son infundadas. Pero hay otras para reflexionar, especialmente desde la academia, que es la encargada de formar los nuevos profesionales.


Por Hugo Neira Sanchez.

  Podemos asimilar lo que está sucediendo con el servicio que están prestando las EPS en Colombia, con la famosa marcha de la muerte que protagonizaron los Japoneses en la segunda guerra mundial después de la batalla de Bataán, donde los japoneses solo tenían previsto capturar 25 000 combatientes, por lo tanto no existía la logística necesaria para trasladar a  más de 75 000 prisioneros que cogieron, buscaron el camino más fácil,  resolvieron eliminarlos  sistemáticamente en un recorrido de 85 Km, eso está pasando con nuestras  EPS, no tenían la logísticas de cumplir el mando constitucional de atender a todos los colombianos, un idealismo con todas las buenas intenciones y razonables, pero no   practico,  pues este  Estado  y sus instituciones  jurídicas que reparten dinero a “diestra y siniestra”, sin considerar sus resultados, afectaron seriamente a la EPS, empeorando su mal servicio y el objetivo inicial  de ganar dinero con la salud de los colombianos  y no ser un medio para prestar un buen servicio.