PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Alberto Bejarano Ávila

Advirtiendo que el Tolima, ya mediando la segunda década del siglo XXI, sigue huérfano de perspectiva, decidimos negarnos a corear el huero y prosaico festín electoral y más bien insistir en reflexiones que en verdad ayuden a aclarar el horizonte regional. Como tesis al juicio del amable lector, decimos que un modo eficaz para aclarar la visión de nuestro desarrollo es sopesar, con el rigor de las ciencias sociales y económicas, la posibilidad real que hoy tiene un joven tolimense, sin distingo de condición económica, para construir su proyecto de vida y realizar plenamente anhelos personales, familiares, culturales y sociales.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Es satisfactorio cuando procesos serios y bien respaldados evalúan los resultados de una ciudad. Me refiero a la encuesta de percepción ciudadana realizada por la prestigiosa empresa de investigaciones sociales Ipsos Public Affairs dentro del programa Ibagué cómo vamos 2013. Esta empresa es digna de toda confianza, su trayectoria, responsabilidad y profesionalismo lo sustentan. Además, el prestigio y seriedad de la Cámara de Comercio de Ibagué, de la Universidad de Ibagué y de El Nuevo Día la respaldan.
Por Hugo Neira Sanchez.

  Vuelve y juega..
   En el pasado Foro económico auspiciado por la emisora “Ecos del Combeima”, donde asistió la plana mayor de la dirigencia política y económica del Tolima, y cuyo objetivo principal era buscarle una salida económica futura al Tolima y un mejor futuro, tuvo como panelistas a la decana de Economía de los Andes Dra. Ana María Ibáñez, al Dr. Guillermo Botero director de Fenalco Nacional y del director de la Cámara de Comercio de Ibagué; Dr. Silverio Gómez La conclusión es que somos un departamento agrícola y que debemos seguir obsesivos en la agricultura, además de la agroindustria, Vuelve a salir lo  que dije hace 20 años aproximadamente en mi libro “Tolima en la encrucijada de la agricultura”,  ganador del único premio que dio la Cámara de Comercio en su concurso de historia económica del Tolima en el año 1993,  al  cumplir sus 75 años de su vida,
 
Por: Benhur Sánchez Suárez
Aún resuena en mi memoria la voz de Humberto Tafur Charry, escritor huilense ya fallecido, cuando en la década de los años sesenta recitaba en cantinas y escenarios públicos un poema que llenaba su corazón. El autor del poema era Jorge Ernesto Leyva. Aún muy joven, pensaba yo que el autor debía ser uno de aquellos personajes del parnaso colombiano, ya fallecido. Uno de sus versos decía “yo no puedo sembrar flores donde se venden escopetas”.
Lo conocí en Ibagué y la emoción que sentí al verlo fue enorme. Tener al lado una de las voces contestatarias y sociales más relevantes de la poesía nacional, me llenó de orgullo. Además, no sólo estaba vivo (nació en Ibagué en 1937) sino escribiendo con la misma emoción y la misma lucidez de aquellos versos que se quedaban en la memoria de la gente. Su secreto radicaba en resumir en su poesía sentimientos profundos del alma popular, sus deseos reprimidos, y llevar a la literatura, con calidad meritoria, el sentimiento de los pueblos.
Después de seis años de su muerte (Bogotá, 2008) escribo estas palabras para recordarlo, porque me duele que el olvido cubra sus obras, como tantas otras de nuestros autores ya fallecidos. Jorge, o Jorgesito (como contaba que le decía Pablo Neruda) había nacido en Ibagué en 1937 y estudió en el Colegio San Simón de su ciudad natal. Uno de sus biógrafos, el maestro Rogelio Echavarría, nos dice de él en su libro Quién es quién en la poesía colombiana lo siguiente:
Estudió derecho y ciencias políticas en la Universidad Libre de Bogotá. En París fue periodista, activista de la revuelta estudiantil de mayo del 68 en la barricada de Gay Luzca; vendedor de frutas en Les Halles, cantante de tangos en el Bar Veracruz de la Garé du Nort. Siguió un largo periplo en el cual estudió literatura, historia del cine y del Oriente (India y China). Visitó Praga y Estocolmo, donde fue profesor de literatura colombiana en el Instituto Iberoamericano. Allí fue alumno de Carpentier, conoció y fue amigo de Neruda, Asturias, Himmet, De Greiff, Dalton y Alberti. En Pekín participó en la revolución cultural maoísta y fue periodista de Radio Pekín. En su patria chica fundó la Extensión Cultural de las Universidades del Tolima y Libre de Bogotá, así como la de su departamento en 1959. Director del Instituto Tolimense de Cultura y de los suplementos literarios de Tribuna Gaitanista y de El Cronista de Ibagué. Ha traducido a poetas franceses”.
El legado del maestro, fuera del recuerdo entrañable de su amistad, de su humanismo siempre activo, se encuentra contenido en sus libros publicados “No es una canción” (1959), “Poemas de ausencia” (1962), “La ceniza es el infinito” (1963), “Territorios y ausencias” (1978), “Diario de invierno” (1975 y 1992), “Memorias de los caminos, (antología publicada en 1996), “La siesta de los dioses y otros poemas” (2002) y “Sólo amor” (2008) También dejó consignada la historia de Ambalema en su libro Santa Lucía de Ambalema: historia de la nostalgia y preparaba igualmente la historia del Colegio San Simón.
Leerlo es el mejor homenaje que se le puede hacer a quien vivió para la cultura y la poesía.
El crítico Jorge Ladino Gaitán habla de su libro Diario de invierno en los siguientes términos: “a través de una poesía equilibrada explora, en la expresión y profundamente evocadora, las contradicciones de las guerras, la soledad de los caminantes y la fraternidad de los exiliados. Este poemario fue escrito en París en la década del sesenta. En 1975, el Centro de Publicaciones y Ayudas audiovisuales de la Universidad del Tolima publica “Diario de invierno”, un libro donde, además del poemario del mismo nombre, figuran otros textos líricos donde subyacen, en forma más pronunciada, temáticas de corte social. Precisamente éstos poemas dejarían de aparecer en las antologías del autor o en un libro editado en 1992 por la Editorial Magisterio que, bajo el nombre de “Diario de Invierno” recoge, además de los poemas escritos en Paris, dos poemarios titulados “Tzunguo, el país del centro” y “Poesía de ausencia”.

El viaje definitivo del maestro dejó un gran vacío en la poesía colombiana. Y en sus amigos la honda tristeza de su ausencia.
Por: Carlos Orlando Pardo
La utopía, ese lugar que no existe, ese plan, proyecto o doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación, pareciera ser la comarca preferida de todos aquellos que se han atrevido a soñar en aparentes imposibles. Sin embargo, es gracias a esas temeridades que la humanidad ha logrado sus avances. El hombre vive más en el territorio de la imaginación que en el de esa realidad real, la que de manera simple lo convierte en un ser limitado que puede ir del punto A al punto B sin romperse ni mancharse. De allí que sean los utópicos, a lo largo de la historia, los únicos que han hecho posible el avance del hombre desde sus tiempos más remotos. Por eso no se trata de seres que entre dos males los escoge a ambos, sino de aquellos que pretenden asaltar las estrellas sin ningún rubor cuando lo dicen. Nada hay entonces más grato que conversar con quienes hacen de la imaginación una bandera, se conjeturan las cosas que nunca ocurrieron pero pueden llegar a suceder y hablan en apariencia de lo que no existe pero que puede ser posible. No se busca el elogio de la locura sino el de la reflexión, el de la creación, que en un campo concreto como el de la literatura, hace posible un mundo abstracto mediante las palabras. Es quizá en el arte y la literatura donde de mejor manera saltan los ejemplos para comprobar la necesidad de la utopía y para saber que esa gran metáfora del mundo, que esa suma de metáforas, conviven como seres vivos con el universo del pragmatismo. Porque la realidad ficticia existe hasta el punto en que a un lugar de la mancha van centenares de turistas a ver con sus propios ojos la ruta del Quijote, los molinos de viento o la taberna donde este personaje se enamoró de Dulcinea. Y qué no decir de los amantes de Verona cuya casa, con habitaciones decoradas a la época, reciben la mirada curiosa de quienes pretenden ir un poco más allá de la leyenda que universalizó Shakespeare en Romeo y Julieta. Por esa razón, en un mundo donde los valores bursátiles reemplazan todos los otros, en donde el consumismo y la búsqueda afanosa de símbolos de estatus hacen que lo subjetivo sea mirado con desprecio y que se asuma una actitud desdeñosa para quienes ejercen el oficio de la palabra, es más que positivo que se organicen encuentros en instituciones educativas, en calles y parques, en universidades y comunas, en museos y bibliotecas, en la estación del tren o en plazoletas. Esos espacios de encuentro que abundan en todo el país, merecen los aplausos, mucho más cuando entre el producto bruto interno no se ofrece el hallazgo del inteligente, siempre menospreciado porque nace de la rebeldía pero conduce persistente a los inefables caminos del amor y de la convivencia.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMAI
Indignación general causaron las denuncias de la revista Semana sobre la corrupción en las Fuerzas Militares. La molestia ciudadana proviene de varios aspectos relacionados. La primera es que la información los periodistas la obtuvieron de la comisión de acusaciones de la cámara de representantes, donde reposa sin ningún uso desde hace meses. La segunda es que es valerosa la actitud de la prensa en destapar este tipo de actos delictivos. La tercera es que no pase a mayores la investigación salvo pequeñas escaramuzas, chivos expiatorios, etc.
Los altos mandos, que son los gravemente implicados, han puesto el grito en el cielo. Acostumbrados a su intocabilidad y a hablar duro, han tratado de decir que es una afrenta contra las instituciones, que se favorece a la guerrilla, que se quiere acabar con la credibilidad de una institución respetable, que se arruinará la moral de las tropas y que son actos de politiquería o de odio contra las fuerzas militares.