Por: Alberto Bejarano Ávila
Advirtiendo que el Tolima, ya mediando la segunda
década del siglo XXI, sigue huérfano de perspectiva, decidimos negarnos a
corear el huero y prosaico festín electoral y más bien insistir en reflexiones
que en verdad ayuden a aclarar el horizonte regional. Como tesis al juicio del
amable lector, decimos que un modo eficaz para aclarar la visión de nuestro
desarrollo es sopesar, con el rigor de las ciencias sociales y económicas, la
posibilidad real que hoy tiene un joven tolimense, sin distingo de condición económica,
para construir su proyecto de vida y realizar plenamente anhelos personales, familiares,
culturales y sociales.
El método historicista de escrutar generaciones pasadas
desnuda la mentalidad pobre, el yerro, la omisión y otros defectos donde se
incubó este presente incierto y destapa la estructura de paradigmas y actitudes
que por fallidos y antiéticos no deben reeditarse más, pero no aporta novedad,
modernidad y fiabilidad para dar orden a una visión estratégica que guie acciones
para construir un futuro mejor. El sentido de la vida es inapelable y, así
parezca injusto, enseña que la juventud es futuro y la senectud pasado, un
axioma del que debemos colegir que en el estudio de nuestro pasado no hallaremos
las claves del futuro y que terqueando en ello lo único que se logra y la realidad
(sobre todo la política) así lo confirma, es avejentar moral e ideológicamente
al joven para eternizar anacronismos y pobrezas. El joven jamás avejentará y el
viejo rejuvenecerá si los dos aceptan esta ley vital y dedican su energía y su
experiencia a la superación del estancamiento o involución social para abrir
paso a la evolución y al progreso
Cada generación, en su década y centuria, tuvo sus
propias ideas y oportunidades para construir progreso y calidad de vida para
ella y su descendencia y, al corroborar con la realidad presente que esa
prosperidad y ventura imaginada nunca llegó, resulta de Perogrullo deducir que
el fracaso histórico de sucesivas generaciones de tolimenses, incluyendo la
presente, tiene como causa el hecho de que siempre reeditaron viejas ideas y se
negaron a considerar ideas nuevas y así consintieron y convivieron con inexcusables
equívocos y debilidades, veamos:
a) posibilidades y oportunidades ilusorias. El Tolima
nunca edifico identidad y pensamiento propio que diera sentido a sus ciencias y
conocimientos y lo caracterizara frente a la globalización, b) estrategias
equivocadas. Los acometimientos en materia educativa, económica, política no se
inspiran en la identidad, los recursos naturales, la visión de prosperidad y sí
en directrices que se trazan desde ministerios, agencias estatales, agencias
internacionales y centros de poder nacional y global, c) generaciones
fragmentadas, Para reinar, quienes se nutren de nuestros recursos naturales y
nuestro trabajo, nos dividieron en grupos, grupúsculos, sectas, tendencias,
colectivos, hasta convertirnos en sociedad sin perspectiva y fragmentada social
y políticamente.
Así lo tilde de paranoico aquel que tildamos de
ingenuo, concluimos diciendo que los ejes paradigmáticos del Pijao no emergen del
Tolima, sino en laboratorios de pensamiento y estrategia allende a la región y
que las susodichas oportunidades en que se funda la esperanza del tolimense
joven no derivan de objetividad, viabilidad y centrismo regionalista sino de
fabulas continuamente remozadas para confundir nuestra imaginación y voluntad. Solo
cuando en Colombia se produzca una explosión de regiones otro futuro empezará a
emerger con fuerza inusitada y el Tolima podría ser el territorio detonante de
esta nueva era.