¿MORIREMOS DE SED?
Por: Carlos Orlando Pardo
No es sino mirar hacia nuestros ríos y quebradas para ver que, de los antiguos torrentes y aguas cristalinas, no queda ya sino el recuerdo. Nuestro futuro hídrico empieza a dejar ver las carencias en un tiempo cercano como si se aproximara una de las siete plagas de Egipto o parte de las advertencias del Apocalipsis. Mucho más cuando se sabe que una sexta parte de la población mundial -1.000 millones de habitantes-carece de agua potable y dos quintas partes-2.400 millones-carecen de acceso a saneamiento básico. Pero es más porque al día mueren 41.000 niños por consumo de aguas no tratadas. Si bien es cierto somos privilegiados en relación al mundo, el asunto es de alarma. En Ibagué, por ejemplo, como en el resto del planeta, la agricultura consume el 86 por ciento del total del agua dulce y desperdicia el 60 por ciento. Así las cosas, la contaminación, el cambio climático y el aumento de la población, dejará sin el indispensable recurso a miles de habitantes, en particular, como siempre, a los sectores pobres. La crisis del agua entonces debe ser mirada con demasiado cuidado. Si hablamos del Tolima, el río Magdalena, por ejemplo, recepciona aguas contaminadas de la mayor parte del país, lo que genera, entre otras cosas, la reducción de sus productos (ya la subienda es bajanda), y de las 80.000 toneladas que se pescaban allí, hoy la cifra alcanza tan sólo un diez por ciento, dejando en el desempleo y la falta de proteína a miles de compatriotas. Nuestros páramos y bosques que captan y almacenan agua, sufren de una criminal deforestación y mal uso del suelo como si arrasáramos sin piedad nuestro futuro. Por eso resultó buena para Ibagué la noticia de hace un año largo del proyecto Reserva Natural Ibanasca, que tres ONGs organizadas como unión temporal constituyeron para el manejo en comodato de parte de Cortolima y el IBAL, de la reserva Forestal productora Protectora “El Palmar, donde se haría el desarrollo sostenible del Cañón del Combeima y del Tolima. El predio que mide 1.859 hectáreas y se encuentra a 22 kilómetros del centro de Ibagué cumpliría la tarea de conservar, proteger, educar, investigar y recuperar sus recursos, a más de organizar otro gran centro ecoturístico. No volvimos a saber de resultados sobre el proceso alrededor de nuestra joya del Cañón del Combeima, una reserva que hace parte del Parque Nacional de los Nevados y una de las más importantes del país. Hicimos fiesta cuando supimos de la gran importancia para la conservación de los ecosistemas andinos y la investigación científica, a más que las ocho quebradas que tributan al río Combeima, cuatro de las cuales nacen en la Reserva, harían parte, junto a otros proyectos, para nuestro maravilloso bosque de niebla. Por ahora lo que tenemos claro es del fastidio y el sufrimiento por la falta de agua en Ibagué como no ocurría en mucho tiempo. No creo que al alcalde Botero le guste para nada una situación tan bochornosa para la vida cotidiana de esta capital, pero algo malo ocurre con la ineficiencia en la prestación de este servicio público, lo que seguramente lo llevará a tomar medidas drásticas contra la ineficiencia de quienes son responsables de esta miseria transitoria. Antes también llovía o el verano nos dejaba con sed, pero el racionamiento no era tan prolongado. Tal vez nos toque poner más de moda el estribillo de Jorge Barón cuando pide agua para su gente.