DEPENDENCIA Y AUTONOMIA PARA LA CONVIVENCIA
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

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homínido |
Todos los seres vivos están constituidos por células. Todas las células poseen una membrana que los diferencia del medio exterior. Esa membrana separa a ese ser vivo de su ambiente pero no lo aísla. No lo aísla porque esa célula necesita del medio para sobrevivir. De él toma lo que necesita y vive en permanente intercambio de materia, energía e información. Es decir, la célula depende del medio en que vive para mantenerse viva. Con el tiempo las células se unieron y conformaron seres multicelulares: animales, árboles, plantas, primates, homínidos…

Nuestra sociedad y nuestra cultura nos enseñan que somos seres independientes, que nuestra relación con los otros es una relación mediada por intereses. Nos enseñan a entender la solidaridad como un acto de caridad, donde el que algo tiene da a los que nada tienen, casi siempre mediado por el deseo terrenal o celestial de gratificación. Desde la biología se aprende que como seres dependientes necesitamos de los otros y que cualquier acto que afecte al otro, nos daña, nos lastima. En contraste, desde la cultura patriarcal en la que crecimos, aprendemos que la naturaleza es algo que existe fuera de nosotros, que es independiente de nosotros y que es algo para dominar, para controlar y poner a nuestro servicio. Son dos maneras muy distintas de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
Si un individuo siente y entiende que es dependiente y autónomo, y que por su interdependencia convive con otros humanos que también se sienten y son autónomos, la manera de convivir es en el respeto. Viviendo en el autorrespeto y el respeto por el otro y la otra, por los otros seres vivos no humanos, por los seres no vivos, y construyendo día a día nuestra autonomía y respetando la de los otros, construimos caminos para la paz, la convivencia en el respeto y la solidaridad.