PERIÓDICO EL PÚBLICO
¡EL MAL CANDIDATO QUE FUÍ!
Por: Alberto Bejarano Ávila
Adrede me había abstenido de hacer juicios de valor sobre mis quehaceres como candidato a la Alcaldía de Ibagué para evitar mezclar lo emocional con lo racional o que así lo juzgaran. Ahora que evalúo y luego de cavilar sobre la madurez democrática regional, solo atino reconocer que fui un pésimo candidato y que es menester que sea autocrítico y riguroso conmigo mismo y es por ello que tipifico y hago explícitos mis evidentes defectos políticos: retardado, pobre, ingenuo, intolerante, idealista e incorpóreo.

Retardado, porque llegué 50 días antes del día de elecciones. Pobre, porque con 11.2 millones de pesos aportados por generosos amigos y algo de mi magra bolsa financié mi campaña y en algo ayudé a las de otros. Ingenuo, porque creí que el Polo era Partido de virtudes políticas: ideologista, estratega y disciplinado (exceptúo al “Profe”, a Enríquez, a Rodrigo, a Varón y a sus cercanos amigos a quienes debo gratitud, pues mal candidato sí, pero nunca ingrato); porque creí que la “mamera” recurrente era cierta y que en verdad todos anhelábamos otra cosa y que por tanto la mía u otra candidatura alternativa tenía opción; porque consideré que era obligación adelantar una campaña seria y programática. Intolerante, porque ahuyenté muchos “líderes populares” que ofrecían “400 votos” y querían “conversar de un asuntico” conmigo; porque me sulfuré con algunos candidatos al concejo enojados porque no les aportaba dinero a sus compañas. Idealista, porque creí que una idea era superior a un tamal, un mercado o un billete de cincuenta; porque creí que planteando un enfoque municipalista y futurista derrotaría el anacrónico clientelismo y cortoplacismo. Incorpóreo, porque los medios no me vieron, pese a su profesionalismo y su fidelidad a las premisas del equilibro informativo y la imparcialidad.

Enfrente la lucha, como mal candidato tal vez, pero la enfrenté y por ello no acepto lo dicho por un aprensivo fulano que escribe sandeces en El Nuevo Día y quién señaló que habíamos hecho el ridículo, afirmación que no admito por majadera y porque además falta al respeto, no a este indefenso y mal candidato, sino a más de tres mil ciudadanos y ciudadanas respetables, serias e independientes, que no venden su conciencia, que creen que Ibagué y el Tolima merecen mejor destino y que, compartiendo nuestra convicción y voluntad de hacer tolimensismo antes que partidismo y clientelismo, inauguraron un digno espacio para el auténtico voto de opinión. Las luchas nunca son ridículas, ridículas son la cobardía, la majadería, el rencor y la insuficiencia analítica.

Lo digo con sinceridad y firmeza: no creo posible que haya futuro digno para una sociedad cuya democracia es solo un bazar de intereses, condumios y favores y, por ello, sin que se me pidiera y con el debido respeto y cordialidad, aconsejo a los ganadores que accedan a entender pronto que gobernar bien es un sagrado deber que se cumple con o sin elogios y que el verdadero y superior objetivo, el asunto crucial para los nuestros, es construir una consistente identidad tolimensista y estructurar, con fundamento en esa identidad, un proyecto político autonómico, integral y pluralista pensado desde lo social, lo educativo, lo económico y lo público. Esta es la única posibilidad que tenemos de frenar nuestra acelerada caída libre hacia el atraso y la pobreza y de abolir tanta retórica ligera para encauzar el rumbo ibaguereño y tolimense hacia un desarrollo y un buen vivir  justo, equitativo y demostrable.

Quiero confiar en que los ganadores con sus palabras y sus actuaciones sabrán corroborar que con ellos realmente ganó Ibagué y ganó el Tolima y, si así fuere, entonces seré un testigo agradecido y feliz porque pude ver el fin de esa extemporánea, perversa y tenaz constante que nos ha condenado a la tortura de apreciar como algunos siempre triunfan para que Ibagué y el Tolima sigan perdiendo.