EL ENCANTAMIENTO DE
LA RUTINA
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Mecanizar un asunto es poder realizarlo de manera
automática, rápidamente, sin pensarlo mucho. Este actuar mecánico tiene algunas
ventajas, pero puede entrañar dolorosos problemas. Es la rutina que embelesa,
que encanta, que envejece los corazones. Chico Buarque, poeta, músico,
compositor y escritor brasileño escribió hace años la canción “Cotidiano”, que
dibuja con dolor el rutinario comportamiento de las personas. Habla de una
mujer casada que cada día y siempre hace todo igual, sonríe con su sonrisa
puntual, repite el mismo “cuídate” al despedirse y su vida es una larga línea,
gorda, oscura y sin cambios.
Esas rutinas se repiten en infinidad de oficinas, donde
funcionarios a los que el tiempo ha vuelto grises, acumulan papeles, trabas y
talanqueras, para multiplicar una mil y veces actuaciones que casi nunca van a
ninguna parte. Con estos rutinarios comportamientos el servicio empeora sin
parar, la indignación de los usuarios igual y el tedio y la desidia de los
funcionarios crece y crece.
Las rutinas equivalen al canto de las sirenas que
obnubilan el entendimiento. En la vida familiar se convierten en un fárrago que
estorba y dificulta el fluir de armonías hogareñas. En las parejas las
relaciones se endurecen, pierden flexibilidad y van abonando los caminos del
hastío, el aburrimiento y el desamor.
En las instituciones educativas los alumnos se
adormecen escuchando clases de maestros que de tanto repetirlas sin
modificación alguna, parecen que recitaran letanías abstractas.
Los accidentes aumentan porque la rutina hace que los
controles se hagan laxos y permisivos. Los soldadores dejan de usar los
protectores visuales, porque llevan años soldando y no les ha pasado nada… Los
vecinos de los volcanes se niegan a abandonar sus parcelas ante evidencias de
movimientos internos en las entrañas volcánicas, porque ellos llevan años
viviendo allí, y esos cambios son rutinarios y para ellos no son peligrosos…“A
mí nunca me había pasado nada”, dice el conductor borracho que ocasionó un
accidente… Otros se enojan porque, de manera rutinaria, se habían parqueado en
un sitio, y ahora no entienden y se resisten a aceptar que esté prohibido el
estacionamiento en ese lugar. Es como si la rutina y la costumbre fueran más
importantes que la norma o que la ley.
Si revisa los caminos diarios que utiliza para ir a
casa o al trabajo, descubrirá como la rutina gobierna sus desplazamientos, repitiéndolos
sin variar. Esto es aprovechado fácilmente por los delincuentes. La rutina nos
vuelve predecibles, expuestos, insípidos, sin creatividad.
Es verdad que un deportista, un músico o un artista
tienen que repetir un movimiento muchas veces para perfeccionarlo. Pero esto
exige una actitud crítica frente a lo que se hace, de lo contrario no se
perfecciona, simplemente se mecaniza algo burdo lejos de la excelencia.
Cualquier actividad que se ejecuta con vigilancia e inteligencia, con cuidado y
rigor, no se vuelve rutina, sino todo lo contrario, es una actividad que enseña
cosas nuevas, que depara alegrías y sorpresas…
¿No será que a muchos funcionarios, a los que la rutina
los ha vuelto ineficientes y hoscos, les hace falta que los cambien de puesto,
que les rompan los encantamientos de los esquemas, que les den la oportunidad
de aprender nuevas cosas y ejercitar sus capacidades e inteligencias, para que
el servicio que deben ofrecer mejore?