Por: Alberto Bejarano Ávila
Ibagué cumple años y de aguafiestas resultará oír que
cada aniversario de la musical es refrito, liturgia maquinal, formalidad sosa,
aspaviento sin afectos ni pasiones, recuerdo sin conciencia histórica, reminiscencia
vacía de esperanza. La fiesta de la Villa de San Bonifacio será una edición más
del cíclico calco de galantería y lugar común frente a la efigie de López de
Galarza, el capitán villabragimense que funge como único personaje oficial de
la leyenda, ya que el nativo o actor de los hechos históricos, a esta altura
del tiempo, es anónimo, sus raíces culturales aún no se descubren ni se
recrean, su significado es adjetivo, no sustantivo. ¿Quién era el Pijao? ¿Quién
el ibaguereño? ¿Cuál su pasado? ¿Cuál su destino? ¡Ni fu ni fa!…!
El Matusalén andino, cumple 463 años, lapso de 4 siglos
y 63 años; mucho tiempo de maduración
para tan poca madurez; tantos sufrires para tan frágil conciencia histórica;
épicas luchas para tan poca claridad de futuro; excelsas riquezas naturales y
bonanzas prolíficas para tan acusadora pobreza. No sé por qué, pero sé que esta
mirada crítica irritará a los duchos en loar lo no loable y a ellos les ruego no
se enojen y si se enojan que no sea conmigo sino con la decadencia, la
ignorancia y la pobreza, así el enojo les resultará útil.
Los anacronismos deben hacerse notorios en el
aniversario de la patria chica, pues el Ibagué anacrónico fascina: el de mitos,
leyendas, nativos, sincretismos, epopeyas, tradiciones, cantares poéticos; pero
igual está el anacrónico Ibagué no grato: el de singular talante, tirrias, inacción,
atávico carácter feudal, insolidaridad, politiqueo, espíritu gregario, adicción
al lugar común, modo productivo premoderno y fóbico al valor agregado, espíritu
prejuiciado y excluyente. El anacrónico Ibagué aflige como anima su anacrónico
legado de códigos y signos.
El cumpleaños de Ibagué no debe ser tarima para
oportunistas y sí día de reflexión colectiva sobre el papel histórico cumplido
por los ibaguereños; de exorcismos de culpas y desidias, de enmiendas y claro, ocasión
calva para sugerir ideas alternativas de recordación, veamos: leer en colegios
y universidades, como bando cumpleañero, los escritos de Cuartas Coymat, Hernán
Clavijo, Camilo Pérez, Leovigildo Bernal y otros escrutiñadores del tiempo pretérito;
entablar coloquios y exhibir videos sobre municipios desarrolladas del mundo
para referenciar objetivamente nuestra realidad; llevar a celoso examen de opinión
las cantinelas atribuidas a Nariño y que evocan la “pujanza del Señor Don Baltazar”
y así intentar descifrar el código genético del talante del Pijao y entender la
“pujanza del ibaguereño de hoy”.
El suceso
octubrino debe avenir al municipio rural con el urbano para entender que el
Ibagué real no es ciudad, sino ecosistema complejo extendido en 1439 km2 y no
100 km2 o menos como lo juzga el citadino; que tiene una ciudad y muchos
vecindarios fascinantes que merecen modernidad: Toche, Dantas, Laureles, San
Juan de la China, San Bernardo, Juntas, Llanitos, Pastales, Cocora,
Villarestrepo, Carmen de Bulira; que podría alcanza la cumbre nevada
construyendo un teleférico; que podría certificarse como reserva de la biosfera
por ser fábrica de oxigeno; que podría ser autosuficiente en alimentos y agua
por muchos siglos; que podría ser destino anhelado de viajeros de todos los
continentes; que podría ser paradigma de espíritu asociativo y empresarial; que
podría ser referente de paz; que podría estar unido por excelentes carreteables
y adecuados caminos y senderos que nos avecinen hoy y nos avecinen con la
historia; que podría estar cuidadosamente compendiado en un Atlas Municipal editado
por millares y tallado en la memoria y el corazón de todos sus habitantes.
Da grima (angustia y coraje) pensar que construir un
Neo Ibagué solo necesita de ganas y voluntad para entender que la brecha entre
lo hecho y lo no hecho nada tiene que ver con potencialidad, recurso u
oportunidad, esos privilegios siempre los hemos tenido. Para repensar y asumir
la tarea del renacer ibaguereño solo basta algo de alquimia Pijao para mezclar “gramos
de voluntad”, “onzas de unión” y muchos “kilos de imaginación” y, con tal
mixtura, el nuevo municipio empezará a tomar forma. Pensémoslo bien, muchas
regiones del mundo, a veces con menos recursos, tienen municipios, condados,
provincias o cantones cuya belleza, modernidad y calidad de vida causa
admiración y envidia: Brujas, Vitoria, Bariloche, San Sebastián, Niágara,
Andorra, Berna, Viena, Lisboa, Florianópolis y otras obras humanas
relativamente pequeñas deberían incitar afán de emulación para edificar un
municipio digno.
Guste o enoje, la verdad es que sucesivas generaciones
de paisanos no respondieron al reto de un quehacer histórico notable y, por
ello, en momento diferente, con talante renovado, ideas modernas y sentir
regionalista, grato resultaría escuchar de nuevo y en coro aquella cantinela:
…“Lanza no caigas al suelo, porque te comen los Pijaos”.