Por:
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

La
lógica de lo privado es producir ganancias, rentabilidad. Al trasplantarla a lo
público se habla entonces, de manera eufemista, de ganancias sociales. A los
ministerios, al igual que a las secretarías de gobernaciones y alcaldías, copiando
a las empresas, se les pidió que construyeran misiones y visiones particulares.
Así se fracturó el estado. Cada instancia gubernamental asumió que lo único
importante era lo misional. Lo que se saliera de lo misional era espurio. La
parte impidió ver el todo. A la creatividad y a la iniciativa se les cortaron
las alas y lo rutinario gobernó. Los programas se volvieron rígidos,
descontextualizados, poco flexibles. Desaparecieron las dinámicas propias y
solo quedaron las inerciales.
Como
si lo anterior fuera poco, por ser las misiones distintas, se actúa por
separado, como islas o compartimientos estancos, como ruedas no articuladas,
que si bien muestran resultados, no inciden de manera significativa en todo el
proceso del estado. Revisando con detalle los informes de gestión, encontrará
una larga lista de acciones aisladas que no transforman la realidad pero que si
permiten ejecutar de manera diligente el presupuesto.
Esta
desarticulación en el funcionamiento del estado hace que se dilapiden recursos,
dupliquen esfuerzos, atienda de manera descoordinada, incoherente, inoportuna y
discontinua a la ciudadanía. Los llamados al trabajo en equipo no dejan de ser buenas
intenciones que muy poco se concretan. Cada uno tira para su lado y busca
sobresalir aún a costa de los demás. Por eso algunos informes son inflados,
maquillados y casi siempre fuera de contexto.
La
solución no es un detallado manual de funciones o un capataz estricto vigilando
oficinas. Tampoco un cuadro gigante presidiéndola con el organigrama de la
institución. Menos las cámaras de vigilancia ocultas en sitios de trabajo. A lo
público se le critica de forma inclemente casi siempre desde el desconocimiento
y la ignorancia. En el estado hay gente valiosa, honesta y capaz a la que sólo
se le mide desde la mirada obsesiva de la corrupción…
Para
superar estos escollos se requieren liderazgos integradores. Que convoquen
emocional y racionalmente al trabajo en grupo. Que convenzan con acciones,
palabras, conocimientos y proyectos para desarrollar procesos de integración, articulación
de funciones, a pensar en colectivo, a la creatividad e iniciativa permanente,
a la flexibilidad y vocación de servicio.
Las
dinámicas de lo público necesitan personas con conocimientos políticos,
técnicos y de eficiencia administrativa. No gerentes ni meros tecnócratas. El
estado urge de la buena política para que lo lleve a buen puerto. No de la
politiquería cargada de clientelismo, intereses personales, ignorancia y
corrupción. El estado necesita buenos políticos. ¿Los hay?
@agustinangarita