Por:
Alberto Bejarano Ávila

Un
sesudo escrutinio retrospectivo (algo así como un replay histórico de Ibagué)
mostraría tendencia negativa en cada variable de lo público, anomalía que tal
vez importe un bledo a quien sólo va por lo suyo sin miramientos éticos,
comunitarios e históricos, pero que sí preocupa al resto de mortales que
estamos obligados a explorar el pasado para aguzar la visión de futuro, pensar
estrategias y buscar acuerdos sociales para corregir la pobreza mental, la torpe
cultura política y el razonamiento
socarrón y falaz que agobia a la municipalidad y le impide aproximarse a tiempos
de modernidad, de buen vivir y, sobre todo, de certeza de oportunidad para la
juventud.
A
Usted, que desprevenida y gentilmente lee estas líneas, con sincero respeto lo
invito, a recordar si, digamos, en los últimos 10 años, ha comprobado progreso
o retroceso en cada una de estas áreas: salud, seguridad, vías urbanas y
rurales, empleo/subempleo, acueductos, movilidad, contratación pública, rectitud
en el actuar político, educación, convivencia, cultura, marginalidad, crecimiento
económico, parques y zonas verdes, recreación, estímulo al deporte. Nuestro respeto
a quien ve progreso y, a quien reconoce y sufre el progresivo atraso, un
cordial llamado para que admitamos nuevos referentes del desarrollo que depuren
los juicios de valor y así obligar seriedad y sensatez en el ejercicio público,
pues más de lo mismo sólo produce hinchazón de lo mismo.
Sin
acusaciones maniqueas, con argumentación sustentable y sin negar la impudicia
como excepción, afirmo que la calidad humana y el talento ibaguereño son ciertos,
que sus intelectuales, educadores, comunicadores, dirigentes gremiales y
cívicos, artistas, innovadores, investigadores, deportistas, individuamente
revelan condiciones de excepción, pero que (ofrezco disculpas si hiero susceptibilidades)
es exiguo su interés real por el futuro (exceso cortoplacista) y poca su
destreza y voluntad de trabajo en equipo, debilidades que no permiten producir un
giro de 1800 en el acaecer local y sí trivializan y adormecen los anhelos de
cambio. Si nuestra riqueza humana se nutriera de ideas de región, de referentes
calificados y modernos del desarrollo y de inalterable voluntad de unidad, el
progreso social y económico de los ibaguereños se haría inatajable.
Al
finalizar estas líneas deseo invitar al ansioso revocador (a quien la ocasión
se la pintaron calva) y a quienes por irreflexivo e insano hábito ejercen el
politiqueo, a que demuestren voluntad real para diferenciar política de
politiquería, abrir espacios de diálogo, impulsar el desarrollo local, guiar su
proceder por ideas progresistas y desistir del obsesivo apego al personalismo
que “nos tiene en la olla” y en inaceptable proceso de decadencia. Señores
políticos, a ustedes, parte vital de la organización social, debo decirles que
no es revocando un alcalde de viejo cuño para elegir un alcalde ídem como puede
animarse la convergencia de voluntades hacia una nueva era y que Ibagué exige
saber de nuevos referentes del desarrollo para aclarar su visión del futuro y
así forjar otra cultura política que aleje tanta torpeza e indolencia y permita
vía libre a la prosperidad.