Por:
Alberto Bejarano Ávila
Hasta
el más buenazo e inmutable tuvo que asombrarse y maliciar al saber de la insólita,
ilógica y majadera idea de las fotomultas en nuestra querida pero atrasada y
abusada urbe. Es de sentido común saber que esta tecnología resulta impropia e
innecesaria en una ciudad con pésima infraestructura y equipamiento vial y por
ello ni siquiera amerita ser considerada como prioridad razonable y responsable
para Ibagué. Con dos enfoques amplío mi opinión sobre este tema:
Enfoque
1. Hacia
una grave parálisis. Todos
somos testigos y afectados por la progresiva ralentización de la movilidad en
Ibagué y una elemental sumatoria de factores irrebatibles permite juzgar que en
pocos meses la movilidad será funesta si el Concejo y el Alcalde no aceptan ya
que el asunto es sistémico y no una casual y desarticulada concurrencia de
circunstancias que se usan para favorecer el interés ajeno y opuesto a la
visión estratégica correcta de desarrollo municipal.
Veamos
los factores que hoy ralentizan y mañana harán caótica la movilidad: deterioro
vial a mayor ritmo que el de recuperación; ausencia de vías nuevas; alta tasa
de matrícula de vehículos nuevos; déficit de parqueaderos cerrados;
indeterminación de paraderos de buses, zonas azules, zonas de taxis y horarios
de cargue y descargue; sanción y grúa antes que persuasión, educación y
civismo; falta de rigor educativo y
normativo en expedición de licencias de conducción para carros y motos;
deficiencia en señalización y semaforización; deterioro y falta de andenes;
lentitud para implementar el SITP; desgano para explorar y estudiar opciones
como metro cables y tranvía. Todo ciudadano podrá identificar otros factores
que fuerzan a que Ibagué crezca de modo anárquico y desordenado (como mata de
ahuyama) y en sentido inverso a las pautas modernas del buen vivir.
Los
factores atrás señalados tácitamente señalan el remedio y, como podrá
advertirse, de ninguno de ellos se infiere la fotomulta como solución y, por ende,
se puede argüir que el extraño, impulsivo y socarrón afán de imponer esta
tecnología es recurso para mimetizar la incompetencia, favorecer intereses y,
de paso ganas caprichosas y sádicas de “jorobar” al ciudadano sin beneficio
real para desarrollo del municipio. En Ibagué muchas, sino todas las cosas, van
de mal en peor y ello debe concitar a sus ciudadanos a la reflexión y al
propósito de enmienda.
Enfoque
2. El
ninguneo regionalista. ¿Por qué tan tozudo afán de feriar oportunidades
y bienes públicos? ¿Por qué hurtadillas y no trasparencia? ¿Por qué ciencia,
tecnología e inversión no es asunto de incumbencia nuestra? ¿Por qué descreen
del talento y el espíritu emprendedor del tolimense? Reitero lo dicho tantas
veces: una sociedad que privatiza bienes y recursos públicos jamás será
igualitaria y justa y el municipio que terceriza patrimonios y fuentes de
ingreso reales o potenciales jamás será eficiente, pues al ahijar el lucro
ajeno (así no rayare en lo ilícito) ningunea a sus ciudadanos, deshumaniza su
fin misional, frena el desarrollo, desconoce al empresario local, falsea el empleo
y niega estabilidad laboral, arruina el sentido de responsabilidad y el trabajo
de equipo, trunca iniciativas propias de base tecnológica, hace del raizal un
invitado de piedra y le obstaculiza ser empresario, emprendedor, inversionista
o desarrollador de tecnologías, frena el avance de la sociedad civil, la
asociatividad profesional y el trabajo cooperativo asociado.
Las
regiones que no agigantan su capital humano y abusan del poder siempre caminan
en sentido contrario al de la justicia social, la prosperidad y la modernidad y
sólo aquellos ciudadanos conscientes de sus deberes históricos pueden corregir
tanto entuerto, desatino y extravío.