Por: AGUSTÍN ANGARITA
LEZAMA
La forma como conocemos y aprendemos en Occidente no
permite que el respeto se interiorice a medida que crece nuestro saber. Todo lo
contrario. Nuestra manera de aprender entraña la negación del otro, el irrespeto
y por lo tanto, es generadora de comportamientos violentos. Se nos ha enseñado
que el mundo existente es igual para todos. De igualmente que conocer es hacer
una representación mental o interior del mundo que existe allá afuera. De tal
forma que mientras más detallada sea la imagen interior que se construya del
mundo exterior, más coincidirá con los objetos que existen en la realidad fuera
de nosotros. Eso lo asumimos como conocer…
Nadie conoce de igual manera. Cada uno conoce con su
propia anatomía que es diferente en cada persona, con su propia historia, que
es diferente aunque se viva bajo el mismo techo, y con su inteligencia,
experiencia, sueños, miedos y limitaciones. Quiere decir que la imagen del
mundo que cada ser humano de Occidente construye, difiere de la de los otros,
aunque miren la misma realidad. Los problemas surgen con la creencia que la
manera de conocer es universal, igual para todos, y que las imágenes que
construimos deberían ser iguales o similares para todos.
Entonces, se piensa que lo que cada uno conoce es la
realidad y que lo que conocen los demás debería ser IGUAL a lo que uno conoció.
Si esto no ocurre es porque los otros están equivocados, conocen mal o son de
mala fe. El que conoce piensa que tiene un acceso privilegiado a la realidad y
que lo que conoce es real, objetivo y además, verdadero. Los que conocen
diferente estarían equivocados y su saber falso. En palabras simples, el
conocer nos enseña a negar a los otros por el hecho de conocer distinto. Y como
el otro está equivocado para qué escucharlo y por qué respetarlo…
Esta manera de conocer nos lleva al dogmatismo, al
individualismo cerrero y creernos portadores de la verdad, a no querer escuchar
al otro, a querer tomarnos siempre la palabra y nunca la escucha, a actuar y no
a reflexionar. Mire con cuidado las discusiones que se arman en Facebook, por
ejemplo, y encontrará el irrespeto y el adueñamiento de la verdad en los que
discuten. Igual ocurre en la arena política, en el deporte, en las
universidades, en los barrios y comunas, en los medios de comunicación, en la
escuela…
Para tratar de convivir se inventaron la tolerancia. Que
es una negación del otro pero que se posterga, que se aplaza. Es decir, el otro
está equivocado, pero no lo contradigo, simplemente lo tolero.
Para construir convivencia debemos entender que cada
ser humano en Occidente conoce distinto y que la vida en comunidad requiere
comprender que nadie es dueño de la verdad, que ella es construida socialmente,
por lo tanto, realizada por todos. Si nadie tiene la verdad, la convivencia se
da en la medida que asumamos que tenemos que respetar al otro, no por equivocado,
sino por diferente, distinto y diverso. Entonces se requiere respeto y
aceptación del otro y no tolerancia o negación aplazada.