Por:
Alberto Bejarano Ávila
Las
evidencias del atraso son numerosas: desempleo, subempleo, pobreza,
analfabetismo, clientelismo, corrupción, inseguridad, marginación, deterioro
vial, caos urbano, migración, fuga de talentos, pésimos servicios públicos,
escasa inversión pública, dispersión social, males endémicos y muchas otras
máculas que el lector podría agregar. Quien sopese objetivamente estas
evidencias en el contexto local aceptará que Ibagué es municipio subdesarrollado
y quizás se pregunte de dónde y porqué surge el cuento de que es ciudad
prospera o en vía de prosperidad.
No
es malquerencia o “ganas de jorobar”, es zozobra por la equivocada visión y
gestión del desarrollo y el tiempo perdido (no de ahora, de siempre) lo que
motiva a solicitar al Señor Alcalde y al respetado Concejo Municipal de Ibagué
no insistir en las fotomultas y enmendar la práctica de tercerización laboral y
de gestión. Ustedes saben que el desarrollo es tema complejo, que precede y va
mas allá de lo económico, que no cualquier negocio per se supone desarrollo y que
por ética política la empresa pública debe generar progreso social, cosa que en
la realidad no sucede, pues casi todo “negocio publico” causa desinversión, debilidad
del erario, frustración social y sospechas. Si bien esto es sabido, creo, no están
demás algunos argumentos y ejemplos. Veamos:
Uno:
No es digno que Ibagué gire en un círculo vicioso donde, en demasía, se
especula y se oyen arteros sofismas de desarrollo y a la vez se sufren
crecientes males del subdesarrollo. Hecho inédito e histórico seria si ustedes
propician un diálogo abierto para acordar una definición propia de desarrollo,
una coherente visión de futuro y un proyecto económico-político para alcanzarlo.
Ojalá no sea el “día de San Blando” el escogido para conversar y convenir vías
de progreso.
Dos:
Señor Alcalde y estimados concejales, el tema de las fotomultas no es de
legalidad o ilegalidad, es de madurez y oportunidad. En rústica analogía diría
que ésta esnobista idea es como la idea de elegancia de quien se anuda una
corbata Ferragamo nueva, sin bañarse, con pantalón roto, camisa raída y zapatos
mostrando el dedo gordo. Si esta figura irrita, la figura de la fotomulta
irrita más, pues no es progreso, no fortalece el fisco municipal, no genera
confianza en la gestión pública, no propicia cohesión social y, por el contrario,
parece garrote sin zanahoria, atosiga, causa molestia, despierta malicias y,
sin duda, es tozuda, innecesaria y extemporánea.
Tres:
De sus deberes, dos exigen celo extremo del gestor de bienes públicos: la estabilidad
laboral y las fuentes propias de ingreso que, sin empeñar el futuro fiscal,
permiten inversión social, financiar obras de infraestructura y mejorar servicios
públicos. El líder sensato, orgánico e imbuido de ideas serias de desarrollo sabe
que el progreso se logra con confianza, con autosuficiencia presupuestal que
haga sostenible el progreso socio-económico y con audacia emprendedora y por ello
jamás terceriza el empleo ni la gestión, es decir, no regala su “gallina de los
huevos de oro”, no “patea la lonchera”, no hace de Robin Hood al revés y no
delega sus responsabilidades.
El
humano es el más substancial de los capitales requeridos para el desarrollo y
la empresa pública el “mejor negocio” para producir bienestar social y
desarrollo con equidad. Las sociedades con vocación de pobreza ignoran estos
principios y alucinan de eficientes y modernas mientras arruinar toda
posibilidad de desarrollo sustentable y sostenible marginando su capital humano
y enajenando sus fuentes de ingreso público, sus potencialidades y sus recursos
naturales.