PERIÓDICO EL PÚBLICO
EN LOS OCHENTA AÑOS DE FERNANDO
Por Benhur Sánchez Suárez
Gustavo Andrade Rivera, un opita universal como su pariente José Eustasio, organizó en su casa al norte de Bogotá (casi finca) un asado que vino a ser el homenaje que él le hacía a dos escritores colombianos finalistas en el Premio Planeta de Novela en 1968: Fernando Soto Aparicio y yo.
Estaba recién llegado a la literatura, no me había relacionado con nadie, a duras penas veía de lejos a los escritores en conferencias y, por decir lo menos, casi ni en mi casa sabían que yo escribía novelas. Gustavo tampoco me conocía pero se dio sus mañas para localizarme, emocionado porque otro opita había logrado una figuración internacional. Isaías Peña Gutiérrez, quien le facilitó mis señas, también participó en el homenaje.
Carlos Orlando Pardo

Bajo el tema de los diálogos que sostiene el gobierno con los grupos armados desde hace más de dos décadas, no han sido pocos los libros que bajo diversos enfoques se han publicado hasta el momento. He tenido la ocasión feliz de llegar a algunos y en general escritos por autores tolimenses a cuyo cuidado ha permanecido unas veces el proceso, casos de Chucho Bejarano, Carlos Eduardo Jaramillo y Carlos Lozano, entre otros, pero el que acabo de leer del curtido y excelente periodista que es Francisco Tulande, deja diversas sensaciones no fáciles de aceptar y en medio del asombro por sus descubrimientos, hasta ahora secretos, cuyos episodios van deslizándose para ingresar a los lugares y a las palabras, a las circunstancias y los sucesos que terminaron con los esfuerzos para cumplir el anhelo más sentido del pueblo colombiano como lo es aterrizar por fin en el acariciado sueño de la paz.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Poco a poco, pero sin descanso, el ejercicio de la política en el país viene cambiando. Hace unos años los gamonales políticos eran los que hacían y deshacían. Cuentan que, por ejemplo, el día de la celebración del cumpleaños del Jefe político, en la alcaldía o la gobernación, no se trabajaba. Todos debían asistir al festejo y aportar la cuota económica respectiva. A nadie removían de su puesto, sin importar si era buen o mal trabajador, sin permiso del Jefe. Figurar en la agenda del Jefe era existir, lo que permitía aspirar a cargos, a contratos o a obras para sus barrios, veredas, municipios o familiares. Esto se ha ido reduciendo sin desaparecer.


Por Agustín Angarita Lezam
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El pasado doce de octubre, fecha emblemática para toda América, se realizó con lujo de detalles el evento llamado Sinfonía Ibaguereña por la paz. El plato fuerte fue la presentación de la Sinfonía número 9 en Re menor Opus 125, más conocida como “la coral”, que fue la última sinfonía completa de Beethoven y considerada la más importante y popular de la música clásica.
Ibagué que lleva con orgullo el título de Ciudad Musical, que posee uno de los mejores conservatorios del país, con reconocimiento internacional y con más de 100 años de historia, de donde han salido y estado grandes intérpretes, compositores y solistas, no había tenido la oportunidad de montar la interpretación de esta magna obra, como si lo han hecho grandes capitales del mundo. Se puede decir, sin temor a errar, que no existe agrupación sinfónica en el país que no cuente entre sus miembros destacados con egresados de los conservatorios de Ibagué o del Tolima.
UN MERECIDO LIBRO PARA EDILBERTO


Por Benhur Sánchez Suárez*

Mirada la cultura desde el centralismo, ser de la provincia es, por lo menos, una desgracia. Ella se traduce en el desconocimiento de las actividades que no sean delictivas, como la producción de libros o el arte en general, y la poca trascendencia que se les otorga en los medios a nivel nacional.
Sin embargo, es bueno advertir que en la provincia se producen algunas joyas editoriales que casi siempre obedecen al esfuerzo por darle altura al acontecer de las artes y los artistas de la región. Es el caso de la Universidad del Tolima y del libro Edilberto Calderón, 50 años de pintura, cuya factura no tiene nada que envidiarle a producciones nacionales de parecida intencionalidad.
Edilberto Calderón
El libro me recordó un poco la historia del arte en Ibagué. Y me trasladó al 12 de octubre de 1957, cuando se abrió en el Museo Nacional el Décimo Salón Anual de Artistas Colombianos, después de cinco años de interrupción por culpa de la violencia partidista de entonces. El Salón Anual de Artistas fue instituido por Jorge Eliécer Gaitán cuando era ministro de Educación en el gobierno de Eduardo Santos, a instancias de Teresa Cuervo Borda, y su primera versión se inauguró en la Biblioteca Nacional el 12 de octubre de 1940.
Curiosamente decía el ministro en el acto inaugural que "Otro de los fines que se propone el Ministerio con la institución del Salón Anual de Artistas Colombianos es el crear en el artista una conciencia del valor de su obra, que además de estimularlo en la creación estética personal, lo habrá de capacitar para juzgar y estimar, con meridiana imparcialidad y sin prejuicio de escuela o de tendencia, el arte de los demás".
Por: Alberto Bejarano Ávila

Ibagué cumple años y de aguafiestas resultará oír que cada aniversario de la musical es refrito, liturgia maquinal, formalidad sosa, aspaviento sin afectos ni pasiones, recuerdo sin conciencia histórica, reminiscencia vacía de esperanza. La fiesta de la Villa de San Bonifacio será una edición más del cíclico calco de galantería y lugar común frente a la efigie de López de Galarza, el capitán villabragimense que funge como único personaje oficial de la leyenda, ya que el nativo o actor de los hechos históricos, a esta altura del tiempo, es anónimo, sus raíces culturales aún no se descubren ni se recrean, su significado es adjetivo, no sustantivo. ¿Quién era el Pijao? ¿Quién el ibaguereño? ¿Cuál su pasado? ¿Cuál su destino? ¡Ni fu ni fa!…!

El Matusalén andino, cumple 463 años, lapso de 4 siglos y  63 años; mucho tiempo de maduración para tan poca madurez; tantos sufrires para tan frágil conciencia histórica; épicas luchas para tan poca claridad de futuro; excelsas riquezas naturales y bonanzas prolíficas para tan acusadora pobreza. No sé por qué, pero sé que esta mirada crítica irritará a los duchos en loar lo no loable y a ellos les ruego no se enojen y si se enojan que no sea conmigo sino con la decadencia, la ignorancia y la pobreza, así el enojo les resultará útil.