PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Las campañas políticas están en marcha. Sólo falta inscribir las listas, pero los candidatos abundan. Lo que son escasas son las propuestas reales. Como se va a elegir senadores y representantes a la cámara, vale la pena conocer cuáles son sus funciones establecidas en la ley. El congreso tiene, en general, seis tipos de funciones:
Función constituyente. Los congresistas tienen facultades, mediante acto legislativo, para reformar la constitución. Función legislativa. Los congresistas tienen la facultad de crear, modificar y derogar las leyes. Función de control político. El control se ejerce sobre el ejecutivo. Se cita a los ministros y altos funcionarios públicos para que informen o rindan cuenta sobre sus acciones u omisiones en el desempeño en los cargos. El congreso los puede censurar. También pueden invitar a otros funcionarios. Función de protocolo. El Presidente del senado toma el juramento al Presidente de la República en día de su posesión. Además, otorga honores a personajes de la vida nacional y recibe a Jefes de estado de gobiernos de otras naciones.
Por Hugo Neira Sanchez
    Este si es el verdadero cuello de botella que tienen los campesinos. Aquí es donde muchos campesinos pierden toda la fe en lo que han cultivado. Es allí donde aparecen las verdaderos “sanguijuelas” y,  en donde el valor agregado queda en manos de los que no trabajan la tierra y, ha sido por siglos los ostentadores de las desgracias del campo.
      El campesino después de haber vencido todas las dificultades del cultivo, ahora se enfrenta a recibir los frutos de esta espera y tarea, y su  resultado real está en el precio que obtiene de su esfuerzo.  Espera que el precio no baje y, que sus homólogos cultivadores no lleven al mercado mucha cosecha, pues los alimentos “para coger” en nuestra agricultura son estacionarios, su precio oscilan como las olas, seria diferentes si estos fueran cultivados en invernaderos, pero para esto se necesita dinero y alta tecnificación.
EN LOS OCHENTA AÑOS DE FERNANDO
Por Benhur Sánchez Suárez
Gustavo Andrade Rivera, un opita universal como su pariente José Eustasio, organizó en su casa al norte de Bogotá (casi finca) un asado que vino a ser el homenaje que él le hacía a dos escritores colombianos finalistas en el Premio Planeta de Novela en 1968: Fernando Soto Aparicio y yo.
Estaba recién llegado a la literatura, no me había relacionado con nadie, a duras penas veía de lejos a los escritores en conferencias y, por decir lo menos, casi ni en mi casa sabían que yo escribía novelas. Gustavo tampoco me conocía pero se dio sus mañas para localizarme, emocionado porque otro opita había logrado una figuración internacional. Isaías Peña Gutiérrez, quien le facilitó mis señas, también participó en el homenaje.
Carlos Orlando Pardo

Bajo el tema de los diálogos que sostiene el gobierno con los grupos armados desde hace más de dos décadas, no han sido pocos los libros que bajo diversos enfoques se han publicado hasta el momento. He tenido la ocasión feliz de llegar a algunos y en general escritos por autores tolimenses a cuyo cuidado ha permanecido unas veces el proceso, casos de Chucho Bejarano, Carlos Eduardo Jaramillo y Carlos Lozano, entre otros, pero el que acabo de leer del curtido y excelente periodista que es Francisco Tulande, deja diversas sensaciones no fáciles de aceptar y en medio del asombro por sus descubrimientos, hasta ahora secretos, cuyos episodios van deslizándose para ingresar a los lugares y a las palabras, a las circunstancias y los sucesos que terminaron con los esfuerzos para cumplir el anhelo más sentido del pueblo colombiano como lo es aterrizar por fin en el acariciado sueño de la paz.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Poco a poco, pero sin descanso, el ejercicio de la política en el país viene cambiando. Hace unos años los gamonales políticos eran los que hacían y deshacían. Cuentan que, por ejemplo, el día de la celebración del cumpleaños del Jefe político, en la alcaldía o la gobernación, no se trabajaba. Todos debían asistir al festejo y aportar la cuota económica respectiva. A nadie removían de su puesto, sin importar si era buen o mal trabajador, sin permiso del Jefe. Figurar en la agenda del Jefe era existir, lo que permitía aspirar a cargos, a contratos o a obras para sus barrios, veredas, municipios o familiares. Esto se ha ido reduciendo sin desaparecer.


Por Agustín Angarita Lezam
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El pasado doce de octubre, fecha emblemática para toda América, se realizó con lujo de detalles el evento llamado Sinfonía Ibaguereña por la paz. El plato fuerte fue la presentación de la Sinfonía número 9 en Re menor Opus 125, más conocida como “la coral”, que fue la última sinfonía completa de Beethoven y considerada la más importante y popular de la música clásica.
Ibagué que lleva con orgullo el título de Ciudad Musical, que posee uno de los mejores conservatorios del país, con reconocimiento internacional y con más de 100 años de historia, de donde han salido y estado grandes intérpretes, compositores y solistas, no había tenido la oportunidad de montar la interpretación de esta magna obra, como si lo han hecho grandes capitales del mundo. Se puede decir, sin temor a errar, que no existe agrupación sinfónica en el país que no cuente entre sus miembros destacados con egresados de los conservatorios de Ibagué o del Tolima.