PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Según el filósofo griego Parménides, el que busca el conocimiento debe distinguir el camino de la verdad del camino de la opinión. Este último sería un camino fácil, sin esfuerzos, sin mayores trabajos. Para Platón la opinión o doxa, era un conocimiento engañoso o falso. Lo contrario, el conocimiento verdadero, debía transitar por el sendero del esfuerzo, la dedicación, la contrastación y la verificación. Este sería la episteme.
El mismo Platón, en uno de sus famosos diálogos, en el Teeteto, dice que la ignorancia es una llenura, no un estado de carencia o vacío, en el que la persona se siente pletórica de opiniones en las que confía de manera desmesurada. Para Platón la ignorancia es el dominio generalizado de la opinión.
Para superar este estado de llenura o de ignorancia, los griegos utilizaban la paideia, base que constituía la educación para que los estudiantes fueran verdaderamente humanos. Por este medio se ascendía al conocimiento verdadero o episteme.
Néstor Humberto Martínez Neira
Socio de Martínez Neira Abogados Consultores

El caso de las megapensiones de los congresistas y magistrados es apenas un episodio más de la mayor felonía que se está consolidando contra nuestro Estado de derecho, que por ser “social” –como lo define la Carta del año 1991–, pareciera haber dado patente de corso para el desconocimiento de cualquier clase de derechos adquiridos de buena fe y con justo título.

En medio del alborozo de la galería, por fallos como el de la reducción de las pensiones otorgadas por la ley a políticos y servidores de la justicia, lo que se está comprometiendo es la certeza ciudadana sobre sus derechos y la debida observancia que sobre los mismos deben las autoridades.

Con este desprecio institucional por los derechos adquiridos, no será posible que Colombia pueda ser modelo de protección a las inversiones que, en últimas, son las que jalonan el desarrollo económico y social de cualquier país.
REFLEXION
Por: Mauricio Martínez Sendoya
El hombre comienza a dictar. Su escrito va dirigido a la gran capital. Jamás la ha visitado pero comprende perfectamente su realidad social. Es la ciudad más grande y cosmopolita. Todas las formas de religión caben y son aceptadas. La ley tiene un ordenamiento muy claro en cuanto al respeto de la propiedad privada, es fuertemente castigado el crimen, y un sistema administrativo modelo. Cierto nivel de democracia y libertad de expresión; hasta podemos creer que ellos inventaron el grafiti. Claro, hablo de Roma.

Dentro de sus particularidades cotidianas, está la tolerancia en orientación sexual. Igual que los griegos, a quienes imitaron en muchos aspectos. Es tan abierta, que además de los amigos o amigas íntimos, se puede comprar un pequeño esclavo para satisfacer su pedofilia, o también un fornido africano para disfrutar de esta otra variedad. Si no es rico, podría ir al barrio de las prostitutas, o encontrar cualquiera de estos servicios en los baños públicos que además son gratuitos.
Por: Alberto Bejarano Avila
“Dile a un sabio que se equivoca y te lo agradecerá toda la vida, díselo a un necio y te odiará toda la vida”. Esta sentencia que recién alguien reseñó me llevó a pensar que podría lograr perdurable gratitud del amigo de vieja data, hoy Alcalde de Ibagué y a quien la posteridad no debe exhibir como retrato deslucido en el mosaico de alcaldes anodinos y sí como figura relevante en el podio de alcaldes históricos, aquellos que se negaron a reeditar pasados de vergüenza y prohijaron la cohesión social y las iniciativas locales para emprender proyectos y planes orientados a quebrar la tendencia del subdesarrollo y encaminar a sus municipios hacia tiempos prósperos y justos.  

Al Alcalde amigo le digo que está equivocado en su ideas sobre el IBAL, empresa guardiana de “aguas benditas” y gran potencialidad rentística que hoy es patrimonio de los ibaguereños pero que en futuro cercano podríamos perder (insisto) así como perdimos la telefónica, Hidroprado, la recolección de basuras, la electrificadora, la condición de ciudad sede de instituciones nacionales y tantos otros bienes, oportunidades y potencialidades que fueron menospreciadas y regaladas por “sabios dirigentes” del ayer y que hoy, los ibaguereños de a pié, debemos reprobar porque esas pérdidas causaron más miseria, vulnerabilidad, dependencia y, sobre todo, inmensa incertidumbre de futuro. Seguramente con las rentas de las empresas perdidas hoy estaríamos reconstruyendo la malla vial, los centros deportivos y recreativos, los planes culturales, el emprendimiento, etc.
Por: Luis Eduardo Chamorro Rodríguez
La modalidad de Educación  Superior a distancia  que ofrece la Universidad del Tolima a través de su Instituto de Educación a Distancia, IDEAD, cumple 30 años de existencia.
Fue creado  en el año 1982 como un programa adscrito a la Vicerrectoría  Académica de ese entonces, en  los tiempos del presidente Belisario Betancourt Cuartas y de la rectoría de Armando Gutiérrez Quinteroen la universidad; Luis Alfonso Cruz, fue su primer director.
Comenzó con 505 estudiantes matriculados en el año 1984  y, hoy, 3 décadas después ha llegado a una matrícula de 44 mil estudiantes dispersos en diferentes lugares de Colombia, en 54 municipios de 24 departamentos donde operan Centros Regionales de Educación o Centros Tutoriales a Distancia.
¿Qué es lo que hace atractiva a la educación a distancia?
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La justicia es un servicio público. Una democracia, para que sea sólida y estable, necesita una justicia eficiente. En Colombia, la creación de la Fiscalía, le entregó al estado la carga de la prueba ante todo litigio penal. Es decir, es el estado el responsable de acusar y aportar las pruebas en contra del presunto violador de la ley.
Una vez reunidas las pruebas, dentro de unos términos fijados de antemano, la Fiscalía ante un juez de la República, acusa por un delito al presunto responsable. Se inicia el juicio y el acusado tiene derecho a su defensa. Para nuestro sistema todo ciudadano se presume inocente. Lo que significa que si la Fiscalía no es capaz de probar que el acusado cometió un delito, el juez debe hacer primar la presunción de inocencia y exonerarlo de cargos. Además, como el acusado tiene derecho a defenderse de las acusaciones, puede controvertir todas las pruebas que lo acusan y aportar elementos que solidifiquen su inocencia.
El juicio es una pugna de elementos racionales entre el ente acusador y el acusado y su defensor frente a un juez que debe ser imparcial. Al final del juicio, el juez dictará su sentencia dejando libre al acusado por falta de pruebas o porque probó su inocencia o lo condenará porque sopesando las pruebas considera que es culpable. Las penas están ya establecidas entre unos rangos.