PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: Alberto Bejarano Ávila

Rueda ya la vieja y sosa película electoral versión 2015 y los actores redentores, con ínfulas de “chacho de película”, empiezan a interpretar su papelón. La arcaica cinta, casi de cine mudo, es en color (rojo, azul, verde, amarillo y otros valores cromáticos) pero mi daltonismo político sólo me permite apreciarla en tonos grisáceos, opacos y a veces turbios. Siendo “todos a una, como en Fuenteovejuna”, dizque unos ya se unieron para salvaguardar a su glorioso e inmarcesible partido del audaz avance de los otros; puro “cuento chino” que urden para despistar y ocultar el raudal de intereses personales apiñados bajo las inefables toldas partidistas. De existir sincero interés social, la unidad no sería de unos contra otros, sino de todos por el bienestar del Tolima.

Generalizo cuando digo que los jefes políticos, siendo inteligentes, son incultos en política. Explico: ellos ejercen el politiqueo creyendo hacer política y, por tal razón, no logran concebir  que así hunden la democracia, lesionan a la sociedad y se hacen el “haraquiri”, porque lo que crece no es prosperidad sino rapacería, clientelismo, gestiones ineptas, apatía, voto en blanco, abstención y muchas más anomalías que empequeñecen y deshonran su legitimidad de líderes políticos.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
En esa oficina las sonrisas siempre eran la mejor bienvenida para el recién llegado. Ese día fue lo contrario. Rostros adustos, miradas esquivas, saludos escasos y fríos. El doctor no está, dijeron casi sin mirarme. Confundido dirigí mis ojos hacia la puerta de vidrio esmerilado que separa la recepción del despacho de quien iba a buscar. Desde la infancia nos conocíamos y mucha agua había pasado bajo puentes comunes. La contraluz me permitió ver la silueta de mi amigo. No entendí por qué se negaba. Pese a saber que estaba encerrado en la oficina, pregunté a su secretaria, también conocida de tiempo atrás, si el doctor se demoraba en llegar. Dijo no saber. Sin preguntar nada más, giré y abrí la puerta de la oficina de mi amigo y entré.
Derrumbado en su sillón, con su cara perdida entre sus manos y exhalando un aroma de profunda tristeza, me encontré con él. Exitoso profesional, brillante hombre de negocios, profesor universitario y destacado ciudadano en la vida pública. Enamorado como el que más de su esposa y de sus tres hijas, que para él son sus luceros del alma. Lo sorprendió mi intempestiva entrada. Al instante me reconoció y depuso las armas espirituales  con las que quiso defenderse y mantenerse aislado. Sus ojos enrojecidos por la falta de sueño y el llanto prolongado esquivaron mi mirada…
Por: Alberto Bejarano  Ávila
Estimados periodistas. 
"Visita de españoles al IBAL despierta intriga", es el titular de El Nuevo Día, hoy 4 de septiembre de 2014, titular que me obliga a hacer un comentario personal no pedido, que ojalá ayude a despejar la preocupación que puede despertar la reseña periodística. Por razones particulares conozco de cerca las relaciones de Vitoria-Gasteiz, capital del País Vasco con Ibagué, relaciones que desde hace cerca de una década y con  base a los buenos oficios de los ibaguereños radicados en esa ciudad europea (ellos se organizaron en la Asociación Colombia-Euskadi) permitieron que el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz realizara varios programas de cooperación con Ibagué que han hecho posible la dotación de alrededor una veintena de centros comunitarios digitales en instituciones educativas del municipio, la reforestación con guadua en el Cañón del Combeima y Cay y muchos otras obras que la ciudadanía debería conocer.


En el marco de este convenio de cooperación y por iniciativa ibaguereña se ha venido intentado una aproximación más estrecha con las entidades publicas de Vitoria-Gasteiz y es así como se planteó la importancia de un programa de cooperación técnica entre Amvisa y el IBAL, incitativa que permitió ya hace unos cuatro años que algún técnico del IBAL viajara  esa ciudad y que ahora permite que el Señor Ángel Llamazares, Gerente de Amvisa (aguas de Vitoria), empresa pública, visite a Ibagué, acompañado del Señor Aitor Gabilondo, Director de la Oficina de Cooperación del Ayuntamiento mencionado.

AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La crisis de la salud está en un punto crítico. El sistema se ha vuelto insostenible. Cada uno de los actores trata de salvarse de cualquier forma. Varios factores inciden en la crisis. Para muchos el problema se solucionaría con más recursos. Es una mirada miope. Si bien es cierto hace falta plata, con tenerla no es suficiente.
Un aspecto que afecta gravemente la salud es la injerencia de la política clientelista que deteriora la calidad del servicio y produce efectos nefastos sobre la legitimidad y confianza de la ciudadanía. Los hospitales se convirtieron en un botín burocrático de las clientelas politiqueras nacionales y locales. También permearon y se apropiaron de los organismos de control en salud, por lo tanto la inspección es deficiente, la vigilancia no vigila ni ve ni entiende y el control es una fachada que da lástima y risa.
Los hospitales fueron saturados de nombramientos clientelistas. Especialistas con sobrecargas laborales que ganan fabulosos sueldos que no se compensan con el escaso tiempo que trabajan. Pero que no se pueden tocar porque la recomendación política es más importante que su desempeño laboral. Empleados administrativos que duplican funciones, entorpecen la buena marcha y cuadruplican los gastos. Los gerentes no obedecen a una lógica de méritos académicos y administrativos sino a intereses politiqueros. Por eso no administran sin permiso de sus jefes políticos. Para ellos no es la eficiencia administrativa lo que importa sino las cuentas politiqueras de los que los eligieron. No les preocupa prolongar agonías institucionales si tienen que proteger recomendados y consentidos de los politiqueros.
Por: Carlos Orlando Pardo

Se trata de un libro encantador de 207 páginas que sin timideces puede considerarse una joya verdadera. Allí el autor analiza con sabiduría la sociedad, la historia y en particular la literatura del Huila. No son los once ensayos que lo integran textos abrumadores saturados de citas ni pretensiones, sino profundos y reflexivos planteamientos donde uno no sabe, en el momento de subrayar, si lo emprende de acuerdo a una costumbre, cómo debe hacerlo en varias páginas seguidas y no me había ocurrido antes en mi largo oficio de lector. Todo parece importante y muchas veces novedoso porque no viaja por las bibliografías sino por lo textos para dar fuertes y valientes conclusiones. Los antecedentes y análisis sociológicos y literarios de lo que es y ha sido este territorio bajo la luz de la filosofía y el contexto, arrojan enseñanzas que bien pueden aplicarse a otros lugares del país y a la misma nación. El diagnóstico es devastador no frente a los autores sino frente a la sociedad en que se vive, en lo usual indiferente y con indolencias alrededor de lo humanístico, pero cuya consecuencia es la diversidad y la cantidad de ventanas que desde la prosa o la poesía reflejan su maravillosa decadencia. Mucho queda al final del fruto maduro de un intelectual con doctorado en La Sorbona que antes estudió en el Caro y Cuervo y ejerció la docencia universitaria a lo largo de su vida. Auscultar las percepciones humanas subyacentes en el texto literario ha sido su intención, el mismo que empezó en sus tres libros anteriores dedicados a la literatura del Huila y que va de lo universal a lo regional, incluyendo autores de ayer a hoy, en particular poetas, cumpliendo valoraciones justas a la obra narrativa de Benhur Sánchez Suárez y de Marco Polo, por ejemplo, olvidándose de manera inexplicable de un escritor como Humberto Tafur Charry. Claro que no se trata de un inventario sino de una selección personal, aunque debiera habérsele nombrado siquiera en alguna de sus listas generales que van en los asteriscos. Con esta salvedad, alguna debe tener una obra excelente,  Jorge Guebelly menciona a sus creadores como aquellos que “deambulan en la más tibia orfandad, en un invisible destierro, proscritos en su territorio social y personal”, pero “contra todas las adversidades culturales, nuestro arte, en general y nuestra literatura en particular, han conquistado un lugar respetable en el contexto regional y nacional”. A través de sus textos entiende cómo veían y ven el mundo sin las recetas culturales del entorno o el de las fábricas de títulos universitarios, fuentes del “doctorismo”, sino voces cada vez mayores y más informadas de los aconteceres literarios del mundo y más sensibles de la condición humana regional. Viven sin que la economía ni la política hayan podido aniquilarla y con desdén por los poderes que desean arrodillarla porque de esa manera no le son incómodos. Es la rebeldía sin rendiciones y la independencia frente a una cultura conservadora que históricamente ha conservado los rasgos de la pre modernidad y encarnar “verdaderos desfalcos humanos”. Sin caer en el nuevo Dios que es el dinero y sin confundir las novelas con las telenovelas, un concierto de Beethoven con uno de Rap, sin caer en la tentación de cómo para ser hay que tener donde el ser humano pierde sus valores y se pone un precio para valer en sociedad, los poetas y narradores testimonian el viaje en el infierno y la desesperanza pero sin ponerle cárceles al alma. Concluye de qué manera en medio de la decadencia social y su injusticia, la literatura es la que muestra su grandeza, insiste en el ser humano y muestra la urgencia de superar el desastre.
¡QUÉ CARAJOS ESTUVIERON HACIENDO!

Por: Alberto Bejarano Ávila

De latosa juzgará el lector mi recurrente alusión al vocablo “referentes del desarrollo” y, lo ruego, déjenme explicar: opinar sobre el subdesarrollo resulta fácil, pues desde años ha lo hemos visto y sufrido, pero argüir sobre el desarrollo es difícil, subjetivo y especulativo ya que nunca lo hemos visto ni gozado y apenas lo percibimos vagamente en cine y televisión. Si el subdesarrollo es una mala experiencia vivencial y ocasión de lamentos y verborreas y el desarrollo utopías de futuro digno y, si estos dos conceptos entrañan la disyuntiva vital entre lo que nuestros hijos no merecen y sí merecen, entonces tendría que ser el desarrollo (nunca el subdesarrollo) la cuestión cardinal que cope la atención de toda la sociedad. Eso cree uno desde su infinito candor.

Hablar “chicuca” sin producir resultados es propio de regiones que van a la deriva; allí sátira, artimaña y demagogia son pan diario pues, lo reconozco, la infamia y la farsa emanan cierto efluvio circense, incitante y morboso. Al tolimense confundido por la falta de rumbo lo invito a que “pintemos” el desarrollo, a que hagamos un “menú” de puntos guía (referentes del desarrollo) que de modo sustentable y medible revelen qué es progreso social, o lo mismo, cuáles son los dones que todo tolimense debe poseer y gozar y, por efecto, permita juzgar el rol histórico cumplido por los líderes políticos y así saber “qué carajos estuvieron haciendo ellos en los últimos 30 años” y si eso mismo harán en las próximas 2 décadas. Aporto puntos al “menú”, así sean “ladrilludos”: