PERIÓDICO EL PÚBLICO: agosto 2014

AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La crisis de la salud está en un punto crítico. El sistema se ha vuelto insostenible. Cada uno de los actores trata de salvarse de cualquier forma. Varios factores inciden en la crisis. Para muchos el problema se solucionaría con más recursos. Es una mirada miope. Si bien es cierto hace falta plata, con tenerla no es suficiente.
Un aspecto que afecta gravemente la salud es la injerencia de la política clientelista que deteriora la calidad del servicio y produce efectos nefastos sobre la legitimidad y confianza de la ciudadanía. Los hospitales se convirtieron en un botín burocrático de las clientelas politiqueras nacionales y locales. También permearon y se apropiaron de los organismos de control en salud, por lo tanto la inspección es deficiente, la vigilancia no vigila ni ve ni entiende y el control es una fachada que da lástima y risa.
Los hospitales fueron saturados de nombramientos clientelistas. Especialistas con sobrecargas laborales que ganan fabulosos sueldos que no se compensan con el escaso tiempo que trabajan. Pero que no se pueden tocar porque la recomendación política es más importante que su desempeño laboral. Empleados administrativos que duplican funciones, entorpecen la buena marcha y cuadruplican los gastos. Los gerentes no obedecen a una lógica de méritos académicos y administrativos sino a intereses politiqueros. Por eso no administran sin permiso de sus jefes políticos. Para ellos no es la eficiencia administrativa lo que importa sino las cuentas politiqueras de los que los eligieron. No les preocupa prolongar agonías institucionales si tienen que proteger recomendados y consentidos de los politiqueros.
Por: Carlos Orlando Pardo

Se trata de un libro encantador de 207 páginas que sin timideces puede considerarse una joya verdadera. Allí el autor analiza con sabiduría la sociedad, la historia y en particular la literatura del Huila. No son los once ensayos que lo integran textos abrumadores saturados de citas ni pretensiones, sino profundos y reflexivos planteamientos donde uno no sabe, en el momento de subrayar, si lo emprende de acuerdo a una costumbre, cómo debe hacerlo en varias páginas seguidas y no me había ocurrido antes en mi largo oficio de lector. Todo parece importante y muchas veces novedoso porque no viaja por las bibliografías sino por lo textos para dar fuertes y valientes conclusiones. Los antecedentes y análisis sociológicos y literarios de lo que es y ha sido este territorio bajo la luz de la filosofía y el contexto, arrojan enseñanzas que bien pueden aplicarse a otros lugares del país y a la misma nación. El diagnóstico es devastador no frente a los autores sino frente a la sociedad en que se vive, en lo usual indiferente y con indolencias alrededor de lo humanístico, pero cuya consecuencia es la diversidad y la cantidad de ventanas que desde la prosa o la poesía reflejan su maravillosa decadencia. Mucho queda al final del fruto maduro de un intelectual con doctorado en La Sorbona que antes estudió en el Caro y Cuervo y ejerció la docencia universitaria a lo largo de su vida. Auscultar las percepciones humanas subyacentes en el texto literario ha sido su intención, el mismo que empezó en sus tres libros anteriores dedicados a la literatura del Huila y que va de lo universal a lo regional, incluyendo autores de ayer a hoy, en particular poetas, cumpliendo valoraciones justas a la obra narrativa de Benhur Sánchez Suárez y de Marco Polo, por ejemplo, olvidándose de manera inexplicable de un escritor como Humberto Tafur Charry. Claro que no se trata de un inventario sino de una selección personal, aunque debiera habérsele nombrado siquiera en alguna de sus listas generales que van en los asteriscos. Con esta salvedad, alguna debe tener una obra excelente,  Jorge Guebelly menciona a sus creadores como aquellos que “deambulan en la más tibia orfandad, en un invisible destierro, proscritos en su territorio social y personal”, pero “contra todas las adversidades culturales, nuestro arte, en general y nuestra literatura en particular, han conquistado un lugar respetable en el contexto regional y nacional”. A través de sus textos entiende cómo veían y ven el mundo sin las recetas culturales del entorno o el de las fábricas de títulos universitarios, fuentes del “doctorismo”, sino voces cada vez mayores y más informadas de los aconteceres literarios del mundo y más sensibles de la condición humana regional. Viven sin que la economía ni la política hayan podido aniquilarla y con desdén por los poderes que desean arrodillarla porque de esa manera no le son incómodos. Es la rebeldía sin rendiciones y la independencia frente a una cultura conservadora que históricamente ha conservado los rasgos de la pre modernidad y encarnar “verdaderos desfalcos humanos”. Sin caer en el nuevo Dios que es el dinero y sin confundir las novelas con las telenovelas, un concierto de Beethoven con uno de Rap, sin caer en la tentación de cómo para ser hay que tener donde el ser humano pierde sus valores y se pone un precio para valer en sociedad, los poetas y narradores testimonian el viaje en el infierno y la desesperanza pero sin ponerle cárceles al alma. Concluye de qué manera en medio de la decadencia social y su injusticia, la literatura es la que muestra su grandeza, insiste en el ser humano y muestra la urgencia de superar el desastre.
¡QUÉ CARAJOS ESTUVIERON HACIENDO!

Por: Alberto Bejarano Ávila

De latosa juzgará el lector mi recurrente alusión al vocablo “referentes del desarrollo” y, lo ruego, déjenme explicar: opinar sobre el subdesarrollo resulta fácil, pues desde años ha lo hemos visto y sufrido, pero argüir sobre el desarrollo es difícil, subjetivo y especulativo ya que nunca lo hemos visto ni gozado y apenas lo percibimos vagamente en cine y televisión. Si el subdesarrollo es una mala experiencia vivencial y ocasión de lamentos y verborreas y el desarrollo utopías de futuro digno y, si estos dos conceptos entrañan la disyuntiva vital entre lo que nuestros hijos no merecen y sí merecen, entonces tendría que ser el desarrollo (nunca el subdesarrollo) la cuestión cardinal que cope la atención de toda la sociedad. Eso cree uno desde su infinito candor.

Hablar “chicuca” sin producir resultados es propio de regiones que van a la deriva; allí sátira, artimaña y demagogia son pan diario pues, lo reconozco, la infamia y la farsa emanan cierto efluvio circense, incitante y morboso. Al tolimense confundido por la falta de rumbo lo invito a que “pintemos” el desarrollo, a que hagamos un “menú” de puntos guía (referentes del desarrollo) que de modo sustentable y medible revelen qué es progreso social, o lo mismo, cuáles son los dones que todo tolimense debe poseer y gozar y, por efecto, permita juzgar el rol histórico cumplido por los líderes políticos y así saber “qué carajos estuvieron haciendo ellos en los últimos 30 años” y si eso mismo harán en las próximas 2 décadas. Aporto puntos al “menú”, así sean “ladrilludos”:


AGUSTIN ANGARITA LEZAMA *
La libertad es justificación de la vida. Sin libertad la vida carente de sentido. Por eso la libertad es un bien sublime consustancial con la vida. Los derechos humanos están vertebrados sobre este principio: respeto sagrado a la vida y defensa acérrima de la libertad. De allí se construyen los demás derechos. Todo derecho, para que no sea abuso, implica fuerte compromiso de responsabilidad. Para que el portador de un derecho lo pueda defender como legítimo, debe aceptar que ese derecho va hasta donde empiezan los derechos de los demás. Es decir, tengo un derecho porque los demás tienen el deber de respetarlo. Y los demás tienen derechos porque asumo el deber y la responsabilidad de respetarlos.
Todo ciudadano en Colombia tiene la libertad de expresar y difundir sus opiniones y pensamientos sin ninguna censura. Es libre de tener sus propias convicciones y creencias sin ser molestado por ellas. Son derechos protegidos por el Estado y todo ciudadano está obligado a respetarlos. Tal y como se dijo, toda persona que ejerza estos derechos con legitimidad, debe entender que tiene la obligación de respetar la intimidad personal y familiar, y el buen nombre de las personas sobre las que ejerce su opinión libre o su libertad de comentar.


Por: AGUSTIN RICARDO ANGARITA LEZAMA
Uno de los temas más sonados, invocados y poco entendidos es el de la cultura ciudadana. Acotemos que toda cultura es aprendida. Un individuo no nace ciudadano, se convierte en ciudadano cuando interioriza que para vivir en una ciudad en comunidad, para gozar unos derechos debe cumplir unos deberes. Un comportamiento así debe aprenderse en todos los espacios vitales: en el hogar, en la calle, en la escuela, en el trabajo, etc. Un individuo en su accionar se hace ciudadano y de esa forma obtiene el reconocimiento como tal y es tratado como ciudadano.
La cultura ciudadana es un asunto esencialmente pedagógico, un tema de pedagogía social y convivencia. Mediante la cultura ciudadana se pretende mejorar tanto la gestión pública como privada, así mismo mejorar la participación ciudadana y la cultura democrática, a la vez de comprender la importancia de la responsabilidad compartida y la movilización social por el bien común.
Por: Alberto Bejarano Ávila

Enmendar un desatino necio con un desatino aún más necio es decadencia pura matizada de anacronismos y fino populismo. Desacierto vs. oportunismo, así pudiera anunciarse el pugilato que se efectuará en nuestro alicaído circo entre el silencioso fotomultador y el ansioso revocador, ¿Qué tal? No me inclino por ninguno, así motivos de fuerza mayor me obliguen a presenciar tan peripatética lucha, pues la experiencia bien ha enseñado que en pleitos del politiqueo provinciano la única e inequívoca perdedora es la ciudadanía. Escepticismo, claro que sí, pero no desánimo que apacigüe la lucha para conquistar tiempos de lucidez, decencia y certidumbre.

Un sesudo escrutinio retrospectivo (algo así como un replay histórico de Ibagué) mostraría tendencia negativa en cada variable de lo público, anomalía que tal vez importe un bledo a quien sólo va por lo suyo sin miramientos éticos, comunitarios e históricos, pero que sí preocupa al resto de mortales que estamos obligados a explorar el pasado para aguzar la visión de futuro, pensar estrategias y buscar acuerdos sociales para corregir la pobreza mental, la torpe cultura política y el  razonamiento socarrón y falaz que agobia a la municipalidad y le impide aproximarse a tiempos de modernidad, de buen vivir y, sobre todo, de certeza de oportunidad para la juventud.

A Usted, que desprevenida y gentilmente lee estas líneas, con sincero respeto lo invito, a recordar si, digamos, en los últimos 10 años, ha comprobado progreso o retroceso en cada una de estas áreas: salud, seguridad, vías urbanas y rurales, empleo/subempleo, acueductos, movilidad, contratación pública, rectitud en el actuar político, educación, convivencia, cultura, marginalidad, crecimiento económico, parques y zonas verdes, recreación, estímulo al deporte. Nuestro respeto a quien ve progreso y, a quien reconoce y sufre el progresivo atraso, un cordial llamado para que admitamos nuevos referentes del desarrollo que depuren los juicios de valor y así obligar seriedad y sensatez en el ejercicio público, pues más de lo mismo sólo produce hinchazón de lo mismo.

Sin acusaciones maniqueas, con argumentación sustentable y sin negar la impudicia como excepción, afirmo que la calidad humana y el talento ibaguereño son ciertos, que sus intelectuales, educadores, comunicadores, dirigentes gremiales y cívicos, artistas, innovadores, investigadores, deportistas, individuamente revelan condiciones de excepción, pero que (ofrezco disculpas si hiero susceptibilidades) es exiguo su interés real por el futuro (exceso cortoplacista) y poca su destreza y voluntad de trabajo en equipo, debilidades que no permiten producir un giro de 1800 en el acaecer local y sí trivializan y adormecen los anhelos de cambio. Si nuestra riqueza humana se nutriera de ideas de región, de referentes calificados y modernos del desarrollo y de inalterable voluntad de unidad, el progreso social y económico de los ibaguereños se haría inatajable.


Al finalizar estas líneas deseo invitar al ansioso revocador (a quien la ocasión se la pintaron calva) y a quienes por irreflexivo e insano hábito ejercen el politiqueo, a que demuestren voluntad real para diferenciar política de politiquería, abrir espacios de diálogo, impulsar el desarrollo local, guiar su proceder por ideas progresistas y desistir del obsesivo apego al personalismo que “nos tiene en la olla” y en inaceptable proceso de decadencia. Señores políticos, a ustedes, parte vital de la organización social, debo decirles que no es revocando un alcalde de viejo cuño para elegir un alcalde ídem como puede animarse la convergencia de voluntades hacia una nueva era y que Ibagué exige saber de nuevos referentes del desarrollo para aclarar su visión del futuro y así forjar otra cultura política que aleje tanta torpeza e indolencia y permita vía libre a la prosperidad. 
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Son muchos los que piensan que el sector público funciona mal. En algo tienen razón. También son numerosos los que consideran que la eficiencia del sector privado se podría llevar a lo público. Son tecnócratas los que quieren gerentes en los puestos de dirección del estado y que la lógica empresarial lo guíe. En eso se equivocan. Ese no entender dos lógicas distintas y que funcionan diferente los ha llevado a cometer errores que empeoran la ya deteriorada marcha del estado.
La lógica de lo privado es producir ganancias, rentabilidad. Al trasplantarla a lo público se habla entonces, de manera eufemista, de ganancias sociales. A los ministerios, al igual que a las secretarías de gobernaciones y alcaldías, copiando a las empresas, se les pidió que construyeran misiones y visiones particulares. Así se fracturó el estado. Cada instancia gubernamental asumió que lo único importante era lo misional. Lo que se saliera de lo misional era espurio. La parte impidió ver el todo. A la creatividad y a la iniciativa se les cortaron las alas y lo rutinario gobernó. Los programas se volvieron rígidos, descontextualizados, poco flexibles. Desaparecieron las dinámicas propias y solo quedaron las inerciales.
Como si lo anterior fuera poco, por ser las misiones distintas, se actúa por separado, como islas o compartimientos estancos, como ruedas no articuladas, que si bien muestran resultados, no inciden de manera significativa en todo el proceso del estado. Revisando con detalle los informes de gestión, encontrará una larga lista de acciones aisladas que no transforman la realidad pero que si permiten ejecutar de manera diligente el presupuesto.
Por: Alberto Bejarano Ávila

Hasta el más buenazo e inmutable tuvo que asombrarse y maliciar al saber de la insólita, ilógica y majadera idea de las fotomultas en nuestra querida pero atrasada y abusada urbe. Es de sentido común saber que esta tecnología resulta impropia e innecesaria en una ciudad con pésima infraestructura y equipamiento vial y por ello ni siquiera amerita ser considerada como prioridad razonable y responsable para Ibagué. Con dos enfoques amplío mi opinión sobre este tema:

Enfoque 1. Hacia una grave parálisis. Todos somos testigos y afectados por la progresiva ralentización de la movilidad en Ibagué y una elemental sumatoria de factores irrebatibles permite juzgar que en pocos meses la movilidad será funesta si el Concejo y el Alcalde no aceptan ya que el asunto es sistémico y no una casual y desarticulada concurrencia de circunstancias que se usan para favorecer el interés ajeno y opuesto a la visión estratégica correcta de desarrollo municipal.
Por: Luis Eduardo Chamorro Rodríguez

La Universidad del Tolima sigue avanzando en la oferta de posgrados del nivel de maestrías y doctorados. El Ministerio de Educación, según lo reporta el rector de esta universidad oficial, José Herman Muñoz Ñungo, el pasado 22  de julio, por medio de la resolución No. 11656 ha otorgado el registro calificado por siete años  para la oferta de la Maestría en Administración, con la cual se completan 10 maestrías y cuatro doctorados en esta universidad.