Por:
Alberto Bejarano Ávila
Parece
que en el Tolima e Ibagué dos líneas paralelas jamás se cruzaran (tal vez en el
infinito), paralelismo que origina ganadores y perdedores. En una línea se hace
evidente la abundancia de estudiosos, emprendedores, científicos, literatos,
analistas, técnicos, a decir, gente capaz y, en la otra línea, se hace palmaria
la ineptitud en el ejercicio político y la gestión pública, la profusión de lugares
comunes, el cortoplacismo y, sobre todo, la impudicia a raudales.
Si
la lógica indica que en una sociedad moderna y bien estructurada el talento es alimento
vital del ejercicio político y la gestión pública, entonces ¿por qué lo ilógico
se enquistó en la cotidianidad pública de tolimenses e ibaguereños? Este debe ser
tema obligado en todo espacio de discusión y análisis para saber porqué la
torpeza subyugó al talento. Uno apenas aventura suposiciones.
¿Exceso
de asepsia? ¿Ideas política sin sentido histórico? ¿Preeminencia del interés
personal sobre el interés común? ¿Temperamentos “vitrineros”? ¿Incapacidad de
crítica y autocritica? ¿Talento descontextualizado? Igual podría ser la suma de
todo convertido en simbiosis fatal.
Diría
uno que el progresista o persona pensante pero carente de compromiso y claridad
política es quién permite que la realidad sea construida por quien sólo tiene
lo suyo como plan de vida. El ególatra o ímprobo forja hechos concretos, aunque
malos, mientras que el sapiente aduce teorías, opiniones, fantasías, válidas sí,
pero que no turban siquiera una realidad decadente y antiética.
El
paralelismo divergente deja ganadores y perdedores. Ganan: aquellos cuya
inmensa riqueza les impide pensar en cosas justas (por lo general multinacionales
y plutócratas nacionales), quienes de hecho tienen posición dominante y, aun
así, se cartelizan para abusar y acumular sin límite alguno más riqueza y poder
de dominación. Pierden: generaciones continúas de tolimenses e ibaguereños que
son condenadas a vivir sin esperanzas ni horizontes por décadas y centurias.
Aún
estamos a tiempo de creer (lo dijo alguien) que “más vale poco pero bueno” o (parafraseo
la cita), más vale poco pero propio que mucho pero ajeno y por ello debe
retomarse la idea seminal de lo endógeno y el vital valor del talento como
fundamentos de una nueva realidad política capaz de orientar caminos de
desarrollo, realidad que jamás podremos imaginar desde la racionalidad del
partidismo anacrónico y menos desde sofismas tecnocráticos, centralistas y
neoliberales.
La
nueva realidad política regional sólo puede emerger del talento regional joven
y orgánico, en sentido gramsciano, que asuma al Tolima como eje cardinal de otra
hechura histórica, que pueda “conversar, convenir y confluir” con espíritu
abierto y que se atreva a crear un partido político con ideas, proyecto político
y económico y visión estratégica medularmente regionalistas. El Tolima necesita
un colectivo político donde quepamos todos y donde las diferencias no sean obstáculo
y sí valores que enriquecen el anhelo común de construir prosperidad para los
nuestros y alcanzar peso específico digno y protagónico en el contexto
económico, político y administrativo del país.
“Cuando
se es joven, se es joven para toda la vida”, dijo Picasso y ello anima a
invitar con respeto a los jóvenes talentosos, con muchos o pocos años, a que
averigüen porqué la torpeza subyuga al talento y, por qué no, a autocriticarnos
para saber qué nos pasó con el sentido histórico, la cultura política y el
proyecto común de vida para tolimenses e ibaguereños. Créanme, es necesario.