Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA *
Estudiando la obra del portugués Boaventura de
Sousa Santos se encuentra uno con un académico que piensa el mundo y la vida
desde la otra orilla. En su trabajo las Epistemologías del sur, construido
durante años de tomarse la escucha, que no la palabra, con comunidades de
marginados, de excluidos, de invisibilizados, que son las inmensas mayorías,
presenta una mirada esperanzadora, llena de opciones, abierta y creativa para
los que hasta ahora nunca les ha tocado.
B. Santos está convencido que nos enseñaron a
pensar y reflexionar desde el punto de vista de los ganadores, de los que se
impusieron a sangre y fuego, negando saberes, experiencias, sueños y
realidades. El pensamiento eurocentrista, extendido a Norteamérica, se impuso
en Occidente y pretende hacerse universal con la globalización. La ciencia con
su báculo de sabiduría exclusiva le ha cerrado las puertas a todo saber que no
entienda, o que no le quepa entre sus estrechos márgenes del método y racionalidad
académica. Lo que no quepa en el molde de la ciencia es charlatanería, mentira,
superchería o nada creíble. Santos propone escuchar la voz de los excluidos y
sacar de allí la sabiduría que ha sido rechazada por la arrogancia del
pensamiento al servicio de los poderosos.
En medio de la campaña electoral llama la atención
que para tratar de atraer electores, se habla de la inteligencia, combatividad
y altivez del pueblo. Cuando ese mismo pueblo no pone cuidado, por obra de
magia se transforma en una masa ignara, que se deja manipular, que no piensa,
que vende su conciencia por un tamal… Es la forma imperial de pensar, que primero
acaricia el lomo para luego poder montar. Posando de humilde y capaz de
reconocer, se elogia y se alaba para obtener lo que se quiere. Si esto no se
logra, entonces sale a flote la arrogancia y la petulancia, que sólo ve en el
pueblo ignorancia, pasividad y avidez de tamal...
El pueblo ha demostrado que tonto no es. Si fuera
tonto no habría sorteado las dificultades económicas, sociales y culturales a
que ha sido sometido. La sabiduría popular, que como no le cabe en la cabeza de
los políticos que nacieron en cuna de oro, arrullados con canciones en lenguas
extranjeras y formados para imitar gustos y patrones foráneos, no es reconocida
sino vituperada y señalada de torpe, pusilánime y débil. No entienden que la
sabiduría no es única o de un solo enfoque. Las sabidurías son múltiples, de
diversos niveles y profundidades. Un buen político, realmente comprometido con
los intereses populares, es puente entre sabidurías, las aprende a traducir sin
negarlas, sin ofenderlas y sobre todo, comprendiendo su valor e importancia.
La política en nuestro medio es más pasional que
racional. Por eso se apela a los discursos inflamados cargados de veneno,
denuncias y acusaciones. Se apela a mostrarse como los salvadores, los
portadores de la verdad y los oráculos de la honradez y el buen hacer, sin
propuestas sustentadas pero a nombre del pueblo, al que no aprecian…
*Docente Ciencia Política Universidad del Tolima